De El País:
"Una parte de la crítica de Mayo del 68 insiste en la dimensión nihilista y hedonista de algunas de sus manifestaciones, relativizando su dimensión libertaria, de crítica del consumismo, su abrir la puerta al ecologismo", dice Audier al tiempo que reconoce que "la famosa Revolución Cultural china fue interpretada por algunos como una revolución antiburocrática, contra los dirigentes. Eso es importante en un contexto en el que el Partido Comunista Francés (PCF) era aún muy potente y el más estalinista de Europa. El maoísmo se veía como un retorno al marxismo de los orígenes. Es un caso de ceguera colosal". El origen de los hechos, de ese mayo de barricadas, enfrentamientos, huelga, canciones, sueños y amor, está ahí, en el amor. O en el sexo. Cohn-Bendit y los suyos querían residencias universitarias mixtas y que las habitaciones de las chicas en Nanterre no fueran inaccesibles a los chicos. Es más, el propio Cohn-Bendit aprovechó la visita del ministro François Missoffe para interrogarle sobre "la miseria sexual entre los estudiantes". Missoffe, en la línea de De Gaulle, le aconsejó que tomara "duchas frías". Lo cierto es que la atención que se prestaba a los textos de Wilhem Reich o Raoul Vaneigem, a los situacionistas, el auge del psicoanálisis, así como la importancia creciente de la música pop y toda su mitología ya anunciaban la dimensión individualista de la revolución por venir, con la exigencia de la liberación del deseo. En Mayo del 68 ni feministas ni gays fueron protagonistas pero sí herederos. Prisca Bachelet, entonces líder estudiantil y hoy psicoanalista, sintetiza Mayo del 68 en "el placer de descubrir que no se está solo" y recuerda con emoción "asambleas en las que las personas contaban sus sueños o deseos como algo plausible". Hermoso, pero Le Goff pincha el globo: "Una catarsis no sustituye una alternativa política".Entre quienes hablan de los factores negativos heredados de Mayo del 68 puede que el más brillante sea el filósofo Marcel Gauchet, que describe la generación de Mayo del 68 como "incapaz de optar entre la prosa democrática y la poesía revolucionaria", es decir, su emblema es el "aristócrata de la democracia". Gauchet estima que se trata de "una generación políticamente dominante e intelectualmente dominada". Lo primero se explica por el hecho de ser tan numerosa, por la prosperidad de la época y por la eclosión del mito de la juventud. Lo segundo se materializa en la "falta de identidad" de sus creadores o pensadores, todos ellos partidarios de un oxímoron, "la ortodoxia crítica". En definitiva, tanto elogio de la libertad individual ha desembocado en "una generación de discípulos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario