domingo, 21 de septiembre de 2008
He llegado tarde al reloj de arena
He llegado tarde a la puja de un reloj de arena de una hora, mecachis en la mar; se ha vendido por 33 euros. Me advirtió Alberto Muñoz Arenas, pero llegué cuando ya se había cerrado. Quién quiera ver lo difícil que es conseguir una de estas cosas, pero que sea de una hora o más, que lo intente y verá. Como se ve, todo es cuestión de tiempo en esta vida; por eso necesito relojes que vayan despacio. Los relojes de esfera no te dejan ver cómo corre el tiempo, cómo lo pierdes; no ves tejer a sus agujas el hilo de la Parca, pulgar e índice, aunque te cosan el corazón a pinchazos; los de arena, sí. Por eso quiero también tener un loro yaco de cola roja, para enseñarle a decir "¡trabaja, estúpido!", "¡deja de perder el tiempo!", "carpe diem!" etcétera.
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