lunes, 27 de abril de 2009
La creación
La creación artística utiliza la soledad, pero no es la soledad. Esta es la materia de que se fabrica el cascarón ardiente o nido del Fénix (debe escribirse con mayúscula, porque sólo hay uno, aunque su género es, más que epiceno, indeciso). Sin ella es imposible delimitar la proyección del sujeto, la autonomía del objeto artístico, la burbuja de jabón que aísla a toda obra de arte.
Mis poemas han nacido de forma muy geológica, por aglomeración, erosión y presión. Algunos comenzaron siendo un verso o idea al que se le fueron agregando fragmentos. Otros nacieron enteros y fueron perdiendo masa hasta quedarse en los huesos. Los más genuinos, sin embargo, nacieron como los volcanes, con mucho ruido y mucha furia, después de germinar en el interior oscuro de la tierra, donde los antiguos situaron a Dite, la ciudad del infierno. Creo que los tangos salen de ahí.
Esos poemas estaban sometidos a la presión exterior sobre el yo lírico. El "duende" de Lorca es esa misma formulación, la rosa rota de tacto de Juan Ramón, la rosa sin aroma, forma, color, ni origen de Manuel Machado, o el elemento líquido de Antonio Gala, que no adquiere sino la forma del recipiente que lo contiene.
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