domingo, 26 de abril de 2009

Las memorias de Indro Montanelli

Qué divertidas eran su Historia de Roma y su Historia de Grecia. Pero este artículo sobre sus memorias demuestra que era un epigramista de primera clase:

Epigramas, cotilleos y agudezas

Los diarios inéditos del italiano Indro Montanelli, escritos entre 1957 y 1978, festejan su centenario con un despliegue de periodismo privado

MIGUEL MORA - Roma - El País, 26/04/2009

Indro Montanelli, de cuyo nacimiento se han cumplido cien años el día 22, fue quizá el más grande periodista italiano de la historia. Joven reportero en Paris-Soir, corresponsal de guerra con Il Corriere della Sera, fundador de Il Giornale en 1974, y colaborador otra vez en el Corriere hasta el final de su vida, escribió miles de artículos y cerca de 50 libros. Entre 1957 y 1978, anotó además un diario, inconstante y nada disciplinado, en cuatro etapas distintas.

En ellos, Montanelli se muestra tan brillante como siempre. Hay maldades, ironías, cotilleos y reflexiones, se ve su relación ambivalente con el poder (a menudo muy cerca, jamás dentro), y un humor a prueba de bombas. Su ego inmenso y su cinismo, su misoginia visceral, el sarcasmo y su gusto por la farsa dramática y la caricatura marcan los diarios, escritos con un estilo transparente y libre.

El libro acaba de ser publicado en Italia por Rizzoli, en edición de Sergio Romano, se titula 'I conti con me stesso' (algo así como 'Las cuentas conmigo mismo') y revela algunas memorias secretas de este fascinante personaje que se definía como "anarquista conservador" y que exploró su tiempo con un ojo insobornable y una pluma feroz.

El volumen incluye algunas notas sobre España. La primera es un encuentro con Alfredo Sánchez Bella, embajador en Roma, en octubre de 1966. Éste le ofrece hacer una entrevista a Franco. Montanelli acepta, expresando su "reserva a los reparos que tendrá ciertamente Franco, notoriamente alérgico a los periodistas y las entrevistas".

El embajador le comenta que el mundo está "en vísperas de otra guerra mundial, y que los responsables son Kennedy y el Papa Juan XXIII". Anota Montanelli: "Si razona así un español no franquista como él, y considerado 'abierto' y 'progresista', figurémonos los otros".

Ya en los años setenta, cita tres veces a Adolfo Suárez: sueña con importar ese proyecto laico a la convulsa Italia de los 'años de plomo' como alternativa a la Democracia Cristiana de Moro, impulsor del 'compromiso histórico' con los comunistas. Hay también una referencia mordaz al fundador del Opus Dei, Escrivá de Balaguer ("quizá un santo, desde luego un actor excepcional"), y el apunte de un "viaje inútil" a Madrid para participar en un programa de televisión, seguramente 'La Clave' aunque no lo nombra. Ese día, 10 de septiembre de 1978, Montanelli anota que vuelve a ver a "Ortega [Spottorno], Eugenio Montes y los hermanos De la Serna". Los encuentra "preocupados por la situación: separatismo vasco, inflación -30% anual- e inestabilidad de la unión democrática de Suárez".

El periodista que pasó de trabajar durante 18 años para Silvio Berlusconi a ser su más encarnizado perseguidor reaparece como un clásico. Su bisturí sigue sajando con la misma eficacia. Y destila originalidad y ácido hasta en las circunstancias más dramáticas (véase su narración del atentado que sufrió a manos de las Brigadas Rojas). A veces se expresa en epigramas, otras en despiadados cuentos cortos. Esta antología resume algunos fragmentos.

Septiembre 1957-Enero 1958

CONTRA SÍ MISMO

Cuarenta y nueve años. Me falta solo uno para empezar a creer en los jóvenes y a seducir a los menores.

Cada poco sufro ataques de humildad. Me digo que solo soy un hábil tejedor de frases y que más que convencer al lector, intento sorprenderle con medios a veces poco lícitos; que soy más pícaro que valiente, etcétera. Pero luego, al final, invariablemente, concluyo que solo aquellos que tienen mucho talento dudan de su propio talento. Y así, a las muchas virtudes que en los momentos de orgullo me atribuía, acabo añadiendo, por humildad, la modestia.

Toda mi vida se contiene entre el aburrimiento de vivir con alguien y el miedo de vivir solo.

-En el fondo, sea sincero, también a usted le gustaría la Gloria.

-Mucho, señora. Voy gustosísimo. No sé lo que daría por procurármela. Estaría dispuesto a sacrificar todo. Todo, salvo la popularidad.

Si quiere conmover a la gente, fabríquese primero una acreditada fama de cínico.

Me advierten de Milán que mi 'Historia de Roma' se vende como el pan y que todos la encuentran excelente. Y decir que la escribí solo para fijar en mi cabeza, definitivamente, la sucesión de Tiberio a Calígula a Claudio. Y que, entregado el manuscrito, esperé con impaciencia la publicación para releérmela porque en el intervalo la había olvidado otra vez...

Firmado el contrato con Günther para la 'Historia de Roma'. Hay que ver estos alemanes. Tienen a Mommsen y a Gregorovius para Roma y traducen a Montanelli.

ITALIANOS

Ben Shahn [pintor estadounidense de origen ruso] me cuenta que, cerca de su casa, en las afueras de Princeton, vive un siciliano, comerciante de aceite, que ha llamado a su empresa Maremma Mía Oil Company.

En Italia, la pedrada que rompe la nariz del monumento de Dante es una tradición mucho más sentida que la Divina comedia.

Entre los italianos la solidaridad no existe. Existe la complicidad.

En Italia, "un buen padre de familia" puede permitirse impunemente ser un hombre malvado, un mal ciudadano, un desertor de guerra y un administrador ladrón.

Fascismo: la tentativa más cómica de instaurar la seriedad.

El peor desastre de la República es que, mientras el Rey podía ser de sangre extranjera, y a menudo lo era, al presidente hay que elegirlo entre los italianos.

El mayor defecto de los italianos no es que sean serviles. Es que quieran siempre y a toda costa acusar a alguien de haberles servido.

Para dirigir una discusión entre italianos se necesita una metralleta.

FELLINI, ROSSELLINI, INGRID BERGMAN

Fellini cuenta: "He preguntado a Rossellini qué tiene de excepcional Sonali [su mujer india] para haberle hecho olvidar a Ingrid [Bergman] y al resto. Con una mirada soñadora y una sonrisa vaga, ambas falsas, me ha respondido: 'Pues ya sabes, la sabiduría antigua de Oriente y la calma profunda del Océano Índico'. Pausa. Le pregunto a quemarropa: ¿Y cómo folla? Rossellini hace un gesto de entusiasmo: "¡Ah!", exclama. "Si la vieses, qué acróbata! Todas las posturas conoce.... ¡Todas!".

........

"Fellini ha visto a la Bergman, venida a Roma para pasar las fiestas con los niños. Le ha preguntado qué haría si Roberto [Rossellini], de aquí a unos meses, viniese, arrepentido, a tocar a la puerta de su casa.

"Le ofrecería quedarse como cocinero", ha respondido Ingrid cándidamente sin ninguna maldad.

"Y lo trágico es", concluye Fellini, "que Roberto aceptaría".

LA VIDA

Historia de la aristocracia: el abuelo era insolente con sus superiores. Su padre, con los iguales. Él, con los inferiores.

¡En el fondo, qué aburrimiento tener que fingir maldad solo porque la bondad esté de moda!

Egoísmo, avaricia, presunción, estupidez: esos defectos individuales que constituyen la buena salud de la sociedad.

Oración laica para las noches: "Dios, dame la fuerza de aceptar las cosas que no puedo cambiar, de cambiar las que puedo, y de distinguir la diferencia entre éstas y aquellas".

MUJERES

- Descríbame, querido amigo, a su mujer ideal.

- Alta, flaca, vestida de terciopelo negro, con un largo, blanquísimo cuello de cisne. Los ojos azules. Los cabellos de oro. Infinitamente dulce, aérea, alegre. ¡Ah, si encontrase una criatura semejante...! Cada noche la acompañaría a su cuarto, la desnudaría, y la metería en el lecho cubriéndolo de rosas. Y correría al burdel en busca de una puta gorda, desinhibida y vulgar.

Colette. Envejece amablemente, sin catástrofes. Y tiene sobre todas las demás una ventaja insuperable: la de ser mi último y más grande amor. Tan grande que podemos vivir de las rentas, cómodamente, los dos por el resto de los días.

Comida en casa de los Savorgnan con la princesa Calvi di Bergolo. De todas las que he conocido, es la primera mujer de un oficial de caballería en reposo que no se lamenta de ser cualquier otra cosa.

Pequeño accidente de coche. El nuestro, para evitar a un ciclista, choca contra una pared y se queda bastante jorobado. Colette, que conduce, dice: "Mejor así. Tenía que llevarlo a revisar y no me decidía nunca...".

Septiembre-diciembre 1966.

LA 'FIORE' Y EL OBISPO

2 de octubre. Jornada negra: la Fiorentina pierde en casa con la Juventus por 2-1.

3 de octubre. Jornada aún más negra: con un chaqué prestado por Nino Apostoli, debo hacer de testigo de boda de Alberto Corrias con una chica de Innsbruck. El Obispo que lo celebra pronuncia una homilía que me hace lamentar no haber nacido musulmán.

Mayo 1969-Abril 1972

MORAVIA Y LA REPRESIÓN

Roma, 28 de diciembre 1969. Moravia ha fundado, con Pasolini y Dacia Maraini, "un comité contra la represión". Es la nueva prueba de que no hay represión. Si la hubiese, Moravia estaría con los represores, como ha demostrado avalando con su silencio la persecución de Sholtzenitsin en Rusia.

2 de enero 1970. Moravia se ha retirado del comité que él mismo había fundado. Pero no por los silencios de Spadolini [director del Corriere]. Se ha retirado porque L'Unità lo ha desaprobado. Los italianos están siempre preparados para hacer la revolución, siempre y cuando los carabineros estén de acuerdo. Y Moravia está listo para luchar por la libertad, siempre y cuando esté de acuerdo el PCI.

LA LIMPIEZA DE EUGENIO SCALFARI

Milán, 29 de noviembre 1970. Hay hombres, muchos, de los que solo logro ser amigo a distancia. Hay otros -pocos- de los que solo puedo ser amigo de cerca. Scalfari es de estos. Solo cara a cara resaltan su ingenuidad y su limpieza. Se ha dejado barba, y le queda bien. ¡Pero sus ideas! El matrimonio clerical-marxista -me ha dicho- no le asusta nada, al revés. Dará modo al Partido Socialista, que será excluido de asumir su papel de oposición coagulando en torno a sí a todas las fuerzas laicas y democráticas. Es increíble la carga de inteligencia que invierte en tesis tan estúpidas. Le pregunto: "¿Pero crees que en serio que un régimen de curas y comunistas tolerará una oposición, aunque sea socialista?". "Lo creo firmemente", me ha respondido, y se veía bien que era sincero. Temo que pronto nos reencontraremos, hablando de estas cosas, en una celda de la prisión. Y habrán sido los intelectuales como él los que nos lleven hasta allí.

Mayo 1977-Mayo 1978

IONESCO Y SU VIUDA PREMATURA

Milán, 9 de mayo de 1977. Comida con Ionesco y mujer. Pena. Cuando está la mujer, Ionesco no rinde ni un décimo de sí mismo. Ella le riñe porque come, le riñe porque bebe, le riñe porque fuma. "Esta mujer", me susurra él al oído, "tiene una irresistible vocación a la viudez. Querría que viviese como si estuviese muerto". Y come, bebe y fuma.

BERLUSCONI EL TREPADOR

Luxemburgo, 23 de mayo de 1977. Vuelo a Luxemburgo con el habitual birreactor de Berlusconi [dueño de Il Giornale], que nos acompaña, feliz de exhibirse y de exhibir su estatus en una ceremonia internacional. La medalla de oro (¿será realmente de oro?) me la entrega Gaston Thorn, jefe del Gobierno luxemburgués y presidente del movimiento europeo. (...) Berlusconi llena su cuaderno de direcciones: todas las de las personalidades que ha conocido. Es el verdadero climber [trepador], que aprovecha todo y no tira nada.

EL ATENTADO

Milán, 2 de junio de 1977. Es la fiesta de la República. Yo la celebro recibiendo en las piernas cuatro balas de revólver, calibre nueve. Me disparan a las 10.10, justo al salir del hotel Manin, por la espalda. Tengo tiempo, dándome la vuelta, de ver a uno de los dos asesinos que sigue disparando desde una distancia de 4-5 metros. Pero estoy tan sorprendido y trastornado que no logro fijar en la memoria su rostro. Agarrándome a la verja de los jardines públicos [que hoy llevan su nombre], pienso: "¡Tengo que morir de pie!". Este pensamiento estúpido, herencia segura del 'Ventennio' [fascista], es quizá lo que me salva: cayendo, habría seguramente recibido la última carga en el abdomen. Solo cuando el asesino ha terminado, cedo al mareo que me invade y resbalo hasta el suelo. Podría cómodamente matar con mi pistola al hombre que ahora me da la espalda para huir. Pero hay otro que lo protege con el arma en la mano. Me limito a gritarles: "¡Bellacos!". Un perro lobo, de la otra parte de la verja, mete la lengua entre los barrotes y se pone a lamerme la cara. La mujer, que lo lleva agarrado, está terrosa. La sonrío y digo: "¡No se asuste!". Tengo enseguida la sensación de que ninguna parte vital está afectada. A mi alrededor, todo cubierto de sangre, se produce gran confusión. Después, todo se convierte en espectáculo. (...) En la cama, reúno a los míos. "Debemos dar", digo, "un ejemplo de medida y de elegancia: dejemos que griten los otros, que serán obligados a gritar. Nosotros, título a siete columnas". Pero se rebelan: lo quieren a nueve. (...) Desde ahora, debemos hacer de todo para confirmar la imagen que tienen nuestros lectores de mí, y que saldrá -lo siento- definitivamente fijada: el periodista sin miedo, pero también sin pose de gladiador.

CON KISSINGER AL OÍDO

Roma, 28 de octubre 1977. Encuentro con Kissinger en el Excelsior. Están Levi, Vittorelli, los dos Zevi, Romeo... (...) Al final, al oído, me dice:

-Lo malo con los italianos es que, cuanto más se habla con ellos, menos se entiende cómo están las cosas. Dígame. ¿Usted cree en el eurocomunismo?.

-No.

-¿Y los democristianos creen?

-No.

-¿Y entonces cuál es su plan?

-Corromper a los comunistas.

-¿Lo lograrán?

-Es posible. De todos modos, no saben hacer otra cosa.

Kissinger me sonríe con gratitud: "Finalmente alguna idea clara"

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