jueves, 24 de septiembre de 2009
Ibant obscuri sola sub nocte per umbras
Dar clases en nocturno es algo muy romántico y tenebroso. "Infame turba de nocturnas aves / gimiendo tristes y volando graves", que dijo Góngora. Los pasillos se vuelven lóbregos, la sala de profesores solitaria, las taquillas parecen ocultar siniestros secretos en su interior y los murciélagos chirrían en los árboles. Se oye hasta el zumbido de los fluorescentes, que produce algo de dentera. Alumnos y profesor parecen ubicados en las afueras de todo, afligidos por una balcánica desdicha, y se dispersan tras las clases cada uno a su olivo como los mochuelos, siguiendo un oscuro derrotero plagado de peligros. El silencio se vuelve ominoso, que dicen los novelistas, y si uno se tropieza con algún desconocido, frunce el entrecejo, que siguen diciendo. Batman y Spiderman se pasean por los televisores y uno parece esperar que algún asesino en serie salte tras de cualquier buzón y lo acogote.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario