"Un padre estricto llamado Obama", El País, 17-II-2010:
"Las niñas no ven televisión durante la semana. Punto". Con esas palabras, Barack Obama refleja las estrictas normas con las que se crían Malia y Sasha en la Casa Blanca. En una entrevista con la revista Essence, el presidente de Estados Unidos revela lo importante que es la disciplina en la educación de sus hijas.
Y es que, al parecer, lo que más les importa a los Obama es que las pequeñas, de ocho y once años, tengan buenas notas. Para ello, lo primero que hacen al llegar del colegio son los deberes y, si no han terminado a las 18:30, que es su hora de cenar, pueden continuar después.
Pero la hora de acostarse, las 20:30 para Sasha y las 21 para Malia, no se retrasa. Si han terminado la tarea, las niñas leen hasta ese momento, en el que, religiosamente, se van a la cama.
"No cabe duda de que Michelle y yo estamos en una situación privilegiada y tenemos más recursos que muchos padres. Está claro. Pero hay cosas que todos los padres pueden hacer sin importar lo pobres que sean, como apagar la televisión", declara Obama.
Desde muy pequeñas se les inculcó a las dos niñas que debían ser responsables a la hora de responder a sus obligaciones escolares, explica el presidente de EE UU, que indica que desde que tienen cuatro años sus hijas cuentan con sus propios despertadores.
Las dos pequeñas se hacen las camas todos los días y se preparan solas para ir a la escuela, revela. "Las supervisamos, pero se espera de ellas que cuando vayan a la escuela estén preparadas para aprender", declara Obama, que tiene a gala no haberse perdido una sola reunión con los tutores de sus hijas pese a las obligaciones de su cargo.
La condición
ResponderEliminarLos padres y madres condicionamos más de lo que uno quisiera y, aunque me parece digno de loa lo que Obama hace con sus hijas, me pregunto que espera de ellas, ¿se lo dice o lo asumen por ósmosis? con tan delicado cultivo ¿qué fruto esperan unos y otras?
No sé, a veces, olvido que la mera observación modifica el escenario observado. Pero sobre todo me gustaría que la educación tuviera como norte, no la domesticación de impulsos y deseos, sino la preparación ante cierto nivel de frustración o, por mejor decir, de renuncia.