martes, 13 de abril de 2010

Mi religión

No sé por qué tuviera que creer ni en qué, pero si así fuese, no creería en nada salvo quizá en el dolor y, es más, en algunas cosas no creería más que en otras y respecto a muchas me hubiera gustado tanto creer que me comportaría como si creyera. ¿A quien no agradaría creer en un absurdo y asimétrico Dios absolutamente benevolente y misericordioso, presto siempre a perdonar y reacio a toda condena? Ese Dios que deja sólo a los hombres la facultad de condenarse o salvarse es el que me resulta simpático, y esa simpatía es hasta socialmente relevante para crear cohesión social, algo que es una ventaja evolutiva y que por eso programan nuestros genes. ¿A quien no le gustaría creer en el amor de los hijos, de los padres, de una pareja? ¿En la justicia, en la sociedad, en la bondad del hombre...? ¿A quién no le gustaría, en fin, ser optimista, y pensar que esto es algo más que lo que parece? Ese es el tema del Quijote, la ilusión... y cómo se pierde, con todas las demás cosas que se pierden: el tiempo, el sueño, la esperanza, el entusiasmo, la razón, la salud y, por último, la vida...

No tuve mucha suerte con quienes me instruyeron en religión, aunque, desde luego, los chicos de hoy la han tenido mucho menos, porque no saben ni siquiera quién fue Job , David, Jonás, Jacob, Judith, Ruth ni nada de eso que en el sigo XIX llamaban Historia sagrada. Para ellos Sansón debe ser algo así como una versión de Swarzenegger o un personaje del videojuego Warcraft. No la conocen ni mis mismas hijas, y eso que hicieron cada una dos años de catequesis, algo (la catequesis) que yo no hice jamás. Es cierto que me leí gran parte de la Biblia sólo por curiosidad, como una obra literaria. Admiro profundamente la poesía de los Salmos, la filosofía desolada del Eclesiastés, el pesimismo resignado del Libro de Job, el amor natural y escenificado del Cantar de los Cantares, el dramatismo de los Evangelios, las aventuras de los Hechos de los Apóstoles, la terribilità de los Profetas (sobre todo el tremendo Isaías), el tono detectivesco y críptico del Libro de Daniel... Detestar la religión es más fácil que comprenderla, algo por lo que me he esforzado toda mi vida, quizá en vano. Hay toda una sección de mi biblioteca dedicada a ese asunto, desde un punto de vista antropológico más que teológico.

Pero lo que uno va perdiendo definitivamente es el entusiasmo y su compañera la salud, y algo terrible para mí también, la curiosidad. No hay remedio, el fuego de esa hoguera devoradora se extinge y no hay combustible que la pueda reanimar un poco. Uno ya es un poso de ceniza, las "cenizas entendidas" de Quevedo, y de la ceniza lo único que se puede sacar es lejía, sentido crítico, mala leche, polvareda y niebla, en fin. Uno no se pone en marcha ya si no es con una gran fuerza que no tiene, con la energía de una batería que ya está descargada y con ayuda de los demás, sobre todo si son jóvenes con esperanzas. Mis hijas son jóvenes; ellas son capaces de ponerme en marcha; pero otros tipos de jovenes tienen el entusiasmo tan bien oculto y poco visible bajo cientos de capas de cebolla, que es imposible recargarse las pilas y dar lo que uno puede ofrecer. Eso será duro para ellos: son viejos antes de haber sido jóvenes, y serán falsos jóvenes cuando lleguen a viejos.

1 comentario:

  1. No entiendes la religión y estás perdiendo el entusiasmo y hasta la curiosidad por llegar a entenderla. Y te sientes un poso de ceniza. Y en tu reseña de El Libro ni mencionas el Apocalipsis de san Juan ni ningún "apócrifo" (evcangelio de Judas, p.ej.).- A Dios no puedes llegar solo leyendo libros. Investigaciones recientes apuntan a que el CI aumenta en detrimento del CE (coeficiente emocional) en las sociedades "desarrolladas"... Yo creo que para ti Dios son tus hijas, algunos alumnos o jóvenes que te tocan el corazón o yo qué sé (no te conozco tanto). No tienes por qué creer en el Ángel Moroni ni en las espantosas revistas de los Testigos pero, por Dios, no te canses de investigar, Ángel.Hay un escéptico muy enfadado detrás de tu profesión de fe en el dolor pero el dolor no es un objeto de fe religiosa; el dolor es una realidad, una evidencia; entonces, interpreto que quieres decir que si tuvieses que creer creerías en la "perpetuidad del dolor" o de la vida humana infeliz. Sí, no se puede ser más negativo en Teología: pues un ser o una Naturaleza que nos hubiese condenado a eso, sería un sádico, sería en suma el Diablo. Tu religión es el satanismo. O hablando más en serio: el nihilismo. Que los jóvenes sin capas de cebolla recarguen tus baterías

    ResponderEliminar