Antonio Ruiz de Elvira, "Dios, la ciencia y Lomborg", El Mundo, 03 SEP 2010 11:10
Stephen Hawking afirma que la física hace redundante la idea de Dios
Pero no hace falta recurrir a la física para rechazar esa idea. La física estudia las leyes de la naturaleza, la naturaleza que existe, no la irrealidad virtual de 14 y más dimensiones que funciona como un juguete matemático para conseguir la publicación de miles de artículos ‘científicos’ que van directamente en contra del paradigma de la ciencia, que exige que cualquier teoría correcta debe de poder ser rechazable mediante experimentos a posteriori.
La teoría de la que habla Hawking, la teoría del ‘todo’, la teoría ‘M’, las teorías de las supercuerdas son, en principio y por su propia construcción, inverificables mediante experimentos a posteriori. Son juegos matemáticos para tratar de explicar resonancias encontradas en los experimentos a priori de muy altas energías, o en las observaciones, a priori, del universo. Pero no pueden validarse o rechazarse mediante experimentos controlados, posteriores a las predicciones de la teoría. Son matemáticas preciosas, pero no son física.
Ello no tiene nada que ver con el concepto de Dios. Este concepto es claro que surgió de la idea de un jefe de tribu cada vez más alejado de sus servidores, de manera que su responsabilidad hacia los mismos llegase a desaparecer y sus representantes auto-elegidos pudiesen basar en él sus ‘mandatos’ para mantener a aquellos en su situación servil. Las tres religiones de los 'libros' insisten esencialmente en esa servidumbre. Una de ellas se denomina Islam, cuya traducción es, directamente, sumisión. Otra insiste en que la tarea del ser humano sobre la Tierra es ‘acabar’ la obra de ese Dios.
Nada de esto tiene sentido. Un ser infinitamente bueno, e infinitamente poderoso, no necesita servidores, sumisión, ni apaños. Para acabar su obra se sobra y basta a si mismo. En unos capítulos de esos ‘libros’ se dice que ‘Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza’ y la realidad parece ser la contraria, que el ‘ser humano creo la idea de Dios haciéndolo a su imagen y semejanza’, es decir, cruel y vengativo, carente de escrúpulos (por lo que se cuenta en esos ‘libros’, por ejemplo, las matanzas en las tierras de Judah y de Israel, que incluyen mujeres y niños) y capaz de lanzar a sus criaturas a un imaginario ‘fuego eterno’: La imagen directa de la parte animal del ser humano.
El concepto de Dios no tiene sentido alguno a poco que se lo analice con cuidado. Un creador infinitamente bueno e infinitamente poderoso habría creado un universo en el cual la vida no fuera una lucha desesperada por la supervivencia, un cúmulo de traiciones y maldades, una sucesión de destrucciones sin final alguno.
Es ese concepto de Dios el que esta detrás de la destrucción acelerada de nuestro planeta que estamos llevando a cabo los seres humanos, los mismos que hemos escrito que un ser supremo nos ha dado este planeta para nuestro disfrute en exclusiva: Lean ustedes los primeros versículos de los ‘libros’.
Es curioso que uno de esos seres humanos, que tanto ha trabajado por deshacer la obra de miles de científicos preocupados, no por universos virtuales, sino por este universo y este planeta reales, este economista de nombre Lomborg, hoy, sin motivo aparente, haya tenido una conversión paulina de tipo Damasco. Pero bien está, que al menos uno de ellos al fin se de cuenta de la locura hacia donde le llevaba una teoría basada en hipótesis evidentemente absurdas, la teoría económica tradicional al uso.
Bienvenidas ambas conversiones finales, la de Hawking desde una física virtual, y la de Lomborg desde una economía igualmente irreal.
La realidad es cruel, pero es bella, mucho más bella que cualquier mundo imaginario.
Necesitamos, en el siglo XXI, aceptar, por fin, la realidad, sin crear esos nuevos dioses que son las supercuerdas o los multiuniversos de Hawking, sin construir una nueva religión, la economía tradicional, basada en principios tan absurdos como ‘la mano oculta del mercado’, la racionalidad de los agentes económicos o el equilibrio que jamás ha existido.
La realidad es dura, pero necesitamos aceptarla.
¿Lo hacemos?
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