Soy un abstemio absoluto, pero siempre me han interesado, como mera curiosidad, no como a Sócrates, las bebidas mortíferas. La ginebra Junípero no está mal: ronda los cincuenta de alcohol; la verde absenta o ajenjo, prohibido en algunos países, y con motivo, es de lo más fuerte: alcanza a lo más los noventa y hay que tomarla con cuentagotas, disuelta o lo más con cucharilla y proporciona unos pelotazos terribles, tras los que no sabe uno dónde amanece y no recuerda nada. Poe, van Gogh y Verlaine fueron algunas de sus víctimas. El Everclear tiene el premio: 96 %, prohibida por eso en muchos estados, aunque hay una versión menos dañina de sólo 75, como el matón Tequila Sierra Silver. Asesinos despiadados son los rones: Bacardí 151 y Stroh 80. Por cierto, debemos un gallo a Asclepio.
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