En general, en España interesa más el abdomen que la cultura. O la contemplación, que no consumición, de la tableta de chocolate, que es lo mismo. Hay que bajar de peso a la cultura para que en el abdomen asomen las onzas. Eso se cumple en C. Ronaldo, cuyo trabajo principal es dar patadas. El mundo para él es redondo, pero sólo porque se parece a una pelota. Todo el mundo le quiere ver con pelotas, y hasta en pelotas. Pelotudo, que dicen allá. Cuando no había fútbol, el vulgo masculino tenía su eje cultural en los toros; el femenino ha pasado de tenerlo en las fotonovelas y culebrones a tenerlo en el Hola.
La CE, el FMI y el BCE siguen en su linea de reducir a la población europea a la servidumbre en pro de una elite aristocrática, religiosa, financiera y política, banda de piratas que nos llama piratas a nosotros, mientras el valor del trabajo se deprecia y merma la capacidad económica del que lo produce. Pero la inoperancia de quienes deben regir estas materias sigue sin ser sancionada y esa gentuza deshumanizada cree que puede seguir en tal deriva sin que le atemorice la posibilidad de una revuelta social como las norteafricanas (que no son por la libertad ni por la democracia ni otras vaguedades, sino por el precio del pan y del agua)
La ortorexia hace estragos. Espanto da que las parejas de veganos tengan hijos minusválidos a causa de su dieta ultravegetariana. Son manifestaciones de ese pensamiento mágico, cultivado de forma desasosegante por la publicidad y el hiperconsumo. Porque todas las dietas son mágicas y todo lo que dice alguien, si es alguien y está bien vestido y vendido y publicitado y perfumado, es verdad sacramental. Cuán gritan esos malditos.
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