José María Ruiz Mateos y un tal Shoemaker son ejemplos vivos de los males derivados del optimismo injustificado. Porque el justificado es positivo para la sociedad, como compás o vaivén que permite salir del negro agujero pesimista y llevar a un lugar más alto. Porque el optimismo injustificado no es más que pesimismo disfrazado. La abejita debía saber que no hay más cera que la que arde, ni más riqueza que la que uno puede amasar consigo mismo honradamente. Los ilusos hacen mucho daño, porque la luz de la llama los deslumbra y ciega, de forma que conducen a otros ciegos al abismo. Igualmente, la abejita del político mentiroso debía saber que el frondoso árbol de la mentira termina desplomándose sobre su dueño, cuando la verdad le come las raíces, como enseña el Libro de Patronio (don Juan Manuel).
No pretendo extraer conclusión alguna. Cada cual tiene sus propios combates y luchas en este escenario que es el mundo. Es el valor moral de la responsabilidad lo que convierte a la pieza en una tragedia, poque los palos (del sombrajo) caen siempre sobre los mismos. Que no son ni el primero ni el segundo de los divos o papeles principales, sino los últimos actores, la comparsa. A los espectadores nos da igual: es una obra que hemos visto repuesta ya demasiadas veces.
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