Recuerdo personas, incluso veo sus caras, a las que los adjetivos más solicitados de la desgracia le están más que propios y ajustados; por eso quejarse, uno de los deportes nacionales, suele sonar, en esta tierra común, ingrato y desproporcionado, sobre todo si uno es parco en palabras. Conque el título de este post parece cabal para describir el estado de pochez y depresión en que me encuentro, supongo que primaveral (la primavera la sangre altera, sobre todo la de los que son deficitarios en alguna de sus hormonas antiestrés). Esas personas han carecido de la fortuna de tener algo y sobre todo alguien a que agarrarse para no caerse, lo que no es mi caso, en que todo lo más me puedo tambalear.
Pero no pienso dar la tabarra y afrontaré las cosas como hago siempre, con cachaza y humor; me sobrellevaré lo mejor que pueda y reaccionaré aunque no quiera saber cómo reaccionar, ya que la única forma de no seguir en un agujero (aunque uno sea un gusano y lo propio de los gusanos sea vivir en un agujero) es salir de él, por más que, para eso, uno tenga que fingir creer que no es un gusano. Como dijo Confucio: "Pues si tus males tienen remedio, ¿por qué preocuparse? Y, si no lo tienen, ¿para qué te vas a preocupar?". Uno debe buscar su castillo interior y aprestarse a defenderlo con gallardía de la poliorcética enemiga, cuanto más de la propia, porque no faltan rebeldes en el castillo; eso es lo peor.
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