sábado, 28 de mayo de 2011

De pena

Nada ha cambiado desde el XIX. El hispanista inglés Richard Ford escribía que, al contrario que en los demás países de Europa, el pueblo español era muy superior a sus gobernantes. Hasta ahora la historia no lo ha desmentido. No tenemos los políticos que merecemos: no están maduros para asumir la misma democracia que dicen servir, y así se hacen elegir, tanto los unos como los otros que se dicen sus opuestos, por el mexicano procedimiento del dedazo (lo que los sociólogos, siempre más científicos ellos, llaman cooptación, y los periodistas clientelismo) en vez de ser elegidos, atribuyendo al pueblo la inmadurez que ellos ejemplifican. Esa democracia monárquica y senatorial que dicen haber implantado en España es en relaidad un prepostfranquismo, una falsedad cuyas semillas se han visto crecer en treinta años hasta que ahora dan copiosa fronda y fruto de mentiras. Esta constitución no nos vale. No quieren listas abiertas, permiten la corrupción, costean unos sindicatos que deberían financiarse por sí, lentifican y pervierten la judicatura, se dejan comprar por los banqueros, compran a su vez a los periodistas, perrean y dormitan en las universidades donde esclavizan a los becarios, degeneran la enseñanza, impiden que el Defensor del pueblo pueda realizar investigaciones, cargan en nuestros agujereados bolsillos el coste del pan y el circo, el de la corrupción y el de los tres gobiernos (llenos de políticos inútiles cooptados por ellos) endeudados hasta las cejas (estatal, autonómico y municipal), meten mano en las cajas de ahorros y a través de ellas en nuestros bolsillos (cajas vacías que ahora son montes sin piedad, o sea, bancos) y toleran que imputados y condenados hagan planes de latrocinio a largo plazo presentándose a elecciones sin listas abiertas y donde ya es imposible encontrar hombres como los de Plutarco, sino sólo como los de Suetonio. Como dicen por ahí, una generación tapón; de pena.

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