miércoles, 18 de mayo de 2011

Os tengo abandonados

Tengo abandonado este blog, y a los pocos lectores que lo siguen. Me acongoja la habitual melancolía de la primavera. Cuando florecen los campos, yo, triste y cuitado, me encebollo, acangrejo y acaracolo en esta prisión. Me enmimismo, vaya, como un Leopardi en lo alto de su alta peña de Recanati. Él sí que tenía motivos para apesadumbrarse y mirar al último horizonte; yo no, todo me va bien, salvo yo mismo, que ni voy ni vengo.

El día treinta de mayo cumpliría años mi madre; es una fecha muy bonita: 30 de mayo. No suelo acordarme de las fechas, porque para mí los días son cada vez más iguales unos a otros, como los granos de arena de un desierto o de un reloj. Evito recordar a mi madre,  me duele; en estos últimos días la echo de enos y me gustaría tener más fotos suyas. Sé que las tengo, pero no sé donde, y no quiero buscarlas. Echo de menos los latidos de su corazón,  su pan con aceite, las camisas que ella compraba y que yo despreciaba, sus natillas con galletas, su sonrisa cada vez más ausente, sus sentimientos cada vez más atacados por la enfermedad. Por ahí ha aparecido un reloj amarillo que creo era de mi padre y lo he guardado. Tiré casi todas las cosas de mi padre, menos las fotos, una entre sus decenas de maquetas y uno entre sus muchos manuscritos de hermosa caligrafía en letra inglesa, con esos excelentes dibujos y planos del ingeniero que hubiera podido ser. Mi pobre padre, al que cada vez entiendo más, y en el que me reconozco a veces, cuando me sorprendo caligrafiando mayúsculas en letra inglesa para entretenerme, como él. Cuánto me gustaba ir con él por  campos, y bosques en busca de setas, tocar sus manos endurecidas por cordilleras de callos y atravesadas por una hidrografía de arañazos.

Estoy más melancólico que hielancólico esta mañana. A veces me toca una refriega de aire frío que me hace creer en la infinitud de los pulmones, en que uno puede ensancharlos hasta acoger en ellos todo el hueco universo y sus giratorios sistemas delirantes. Pero no es así.

Y uno devuelve el aire viciado y cansado, lo expulsa y se queda desinflado y sólo con sus restos y su fatiga, los huesos pegados al interior esternón.

En los carteles han puesto las jetas de diversos muñecos de carnaval. Uno de ellos parece el señor oscuro, de lado, exhibiendo unas hermosas manos vacías hacia alguien que no aparece, que no es importante, que está ausente, que tanto da, que... Lleva el pelo blanco, como el Leslie Nielsen de Gobierna como puedas y la prosa que aparece a su lado parece salida de una academia de publicidad. Eso es lo que es: un creativo publicitario. Como ese otro tan gordo y lustroso que parece una bomba de colesterol malo a punto de estallar.

La del partido opuesto, que no contrario, aparece iluminada, eufórica, rubia; es tan indistinta como una de esas mujeres que venden productos de Avon y podría haberla visto, sin fijarme en ella, en cualquiera de esos catálogos o revistas de peluquería de señoras; más que pintadas por lapiz de labios aparecen pintadas por fotochop. La jefa, de cerca, da grima. Los comuneriles aparecen pícnicos y endomorfos, rurales, sanchopancinos y perlerines. Los unioprogresodemocráticos, por el contrario, gafoides, funcioneros, intelectualdabas.



Alguien dice que esto es La yenka:



Vengan chicos, vengan chicas, a bailar:
todo el mundo viene ahora sin pensar.
Esto es muy fácil lo que hacemos aquí
esta es la yenka que se baila así:
Izquierda, izquierda, derecha, derecha,
adelante y atrás, un, dos, tres,
Izquierda, izquierda, derecha, derecha,
adelante y  atrás, un, dos, tres.

Con las piernas marcaremos el compás,
bailaremos sin descanso, siempre más,
y no hace falta comprender la música:
adelante y atrás, y venga ya:
Izquierda, izquierda, derecha, derecha,
adelante y atrás, un, dos, tres.

Así se baila la yenka,
ay, qué fácil es la yenka,
mira qué bien va la yenka,
y qué graciosa es la yenka:
Izquierda, izquierda, derecha, derecha,
adelante y atrás, un, dos, tres.

Otro ha dicho que no hay pan para tanto chorizo. Desde luego, no vamos a hacer migas. Si estuviéramos en mi admirada Suiza, sólo habría una administración, la cantonal, y estaríamos gobernados por ciudades estado unidas en confederación, habríamos salido de todas las organizaciones internacionales, incluida la ONU y la UNIÓN, y seríamos ciudadanos de una ciudad. 

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