Los maestros clásicos es lo que tienen; con una línea de guion o una secuencia inspirada hacen que te caigas de espaldas. Va su personaje secundario, el director Kruger, interpretado por ese actor de dibujo animado llamado E. G. Robinson, y te suelta el proverbio antiguo: "Son como los Borbones, que ni aprenden ni olvidan nada". Minnelli, hijo de siciliano y de canadiense francófona, ambos de la farándula, crecido entre las dos costas de los Estados Unidos y licenciado en no sé qué no sé cuándo, tiene a veces un algo de perdido, una miseria de bohemio y un punto de locura que me lo hacen muy simpático; lo peor, ay, son, sin embargo, las cursiladas, las ñoñerías. Pero, ¡ah! ¡Qué cursiladas! ¡Ah! ¡Qué ñoñeces! Cierto que el productor arruinó el montaje, pero se deja ver lo que habría podido ser un peliculazo. Uno agradece estar vivo para disfrutar de secuencias como estas, en las que convergen como todas las líneas sesgadas y dispersas y aparentemente sin sentido que antes andaban sueltas y desperdigadas por la película.
La conducción alocada de un coche por la noche de la vida.
La conducción alocada de un coche por la noche de la vida.
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