Me escribe el arabista manchego Emilio González Ferrín pidiéndome una dirección para enviarme el último libro que han publicado en Sevilla; cuánto se lo agradezco. Por otra parte también el investigador Carlos Orland, desde Huelva, para que le fotocopie una edición rara de una biografía de Juan de Ávila que hay en la Biblioteca pública de C. Real. Veo por ahí que también Catalina Barrios y Barrios me ha enviado, con dedicatoria, su Estudios histórico del periodismo guatemalteco, una obra imprescindible, pero muy rara de poder encontrar en España; en correspondencia le he remitido mi biografía de Félix Mejía.
He comprado (no están las cuentas para dispendios) la edición rústica de Las armas y las letras de Andrés Trapiello, en Punto de Lectura, a quien siempre he guardado gran agradecimiento por las inestimables ediciones que ha hecho de la inigualable prosa expresionista de José Gutiérrez Solana; algunos de los retratos que hace de los casinos manchegos de pueblo podrían pasar a una antología de carpetovetonismo. El ya clásico libro, que trata sobre la actuación de los escritores españoles y extranjeros durante la Guerra Civil, es muy goloso, ampliado y corregido como está para su tercera edición e ilustrado además con primor por cuatro centenares de fotos escogidas con adecuados pies de foto. Trapiello, que también es poeta y novelista, es un autor, no un escribidor con prosa de almacén, sino un artista verbal que pule y retoca con ironía, cultura y no poca mala leche. De esta última suelta a las patateras y mediocres universidades españolas. En cuanto a otro tipo de juicios, son todos muy informados y certeros; es un libro que hay que tener, aunque los autores manchegos, que los tiene, y muy bien estudiados, son algo escasos; es ejemplar el análisis que hace de José Castillejo, por ejemplo. Puedo recomendar también cualquier cosa que tenga publicada en inglés o castellano un ilustrado de cultura casi tan vasta como la de Borges, de quien fue amigo, el judeo-argentino-canadiense Alberto Manguel, Una historia de la lectura, por ejemplo, libro admirable, importante para la historia de las ideas y para los bibliófilos en general. Manguel es, además, también, uno de los raros amigos del quizá único poeta experimental que merece la pena en castellano actualmente, el extraordinario Bernardo Schiavetta; por ahí tengo todavía sus Fórmulas para Cratilo. Seguro que ya debe costar un pastón.
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