Recibo por correo un tomazo gordísimo, la Historia de la literatura española e hispanoamericana, de los ovetenses Emiliano Díez Echarri, el Métrico decimal, y José María Roca Franquesa. En mi librería, demasiada para un hombre solo, hay una sección entera ocupada por historias de la literatura: universales, españolas, hispanoamericanas, latinas, griegas, francesas, inglesas, norteamericanas, rusas, china, japonesa, italiana, alemana, hebrea, árabe, portuguesa. Al lado están los diccionarios y enciclopedias de la literatura, los repertorios de autores, los manuales por épocas, las antologías... La mayoría son obras de referencia fundamentales, aunque hay algunas ya bastante raras que no han sido reimpresas. El tomazo de Díez Echarri, por ejemplo, que he recibido al igual que ayer la Historia de la literatura hebrea de David González Maeso, otro raro, y por el estilo. Voy comprando las antiguas, con su metodología positivista, tan desacreditada hoy, como todo lo que tiene valor y peso específico. Me faltan algunos tomos del Cejador y otros libros míticos que quisiera conseguir, pero de los que no voy a hablar para que no me los pongan a buen precio los cabrones de los libreros de viejo, que lo leen todo. Pues uno que me leyó divulgó que iba detrás de tres libros y al momento subieron de precio y no hubo manera de comprarlos.
Los manuales carcas son muchas veces preferibles a modernienses como por ejemplo los presuntamente inmejorables de Milagros y Felipe, llenos de errores menudos aunque acierten en general. Los Heterodoxos de Menéndez y Pelayo, hombre de cultura enciclopédica y memoria fotográfica, son estupendos para leer, porque era además un gran escritor y a veces se nota que se divertía gastando bromas finas que sólo distinguen los especialistas. Cualquiera que lea las páginas que dedica a algunos krausistas se habrá mondado de risa como una patata. Y, atendiendo a la sustancia, sus juicios podrán ser todo lo sesgados que se quiera, pero siempre llevan el peso y el poso de quien ha leído mucho y bien y nunca niegan la importancia relativa de los autores, por más que para él sean unos herejotes tremendos, don Marcelino siempre nos hace ver lo bueno al lado de lo malo.
También he comprado dos antologías, una la de Castalia de Luis Alberto de Cuenca, que está bastante bien.
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