domingo, 1 de enero de 2012

Qué año más largo

No sólo por los recortes, que recortan de todo menos del alma, sino por el día de más del año bisiesto. Como era de esperar, los mayas se quedaron, también, cortos, y esto dura ya más que las pilas Duracell.Pero la vida humana es como un metro, sólo se estira hasta cierto tope y magnitud. Luego viene un hueco inadjetivable y uno se enrolla reviviendo el pasado y lo que Dios quiera, que puede ser lo mismo o muy diverso o incluso lo que uno suponía o nada en concreto y en abstracto. Quizá haya averiguado algo, que hay cosas que no se pueden explicar con la pobrecilla lumbre lógica que nos gastamos aquí, ya que somos sobre todo insuficientes y torpes, aunque no siempre malos y algunas veces incluso bellos y divertidos. Tendemos a lo mejor, qué duda cabe, algo que es antinatural en un universo oscuro, frío y hostil. Llevamos ese impulso a mejor en el espíritu. Quizá tras la muerte también, pero sin duda entristecerse es estúpido y cruel. Uno tiene que acrecentar ese impulso tomando carrerilla para saltar. Nos podríamos entristecer también por las veces que hemos fallado a nuestras propias ideas de abandonar a los demás (personas, animales, plantas y hasta cosas) menos doloridos de lo que están. Si me muriera desearía que todo el mundo recordase sólo lo mejor y más útil de mí y que, como en Nueva Orleáns, se organizase una fiesta con una banda de Dixie donde todo el mundo se lo pasara en grande en mi memoria. No he visto costumbre más civilizada que esa. Acabar la vida como acaban los Sueños de Akira Kurosawa.

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