Se insiste en que la vida, la vida de todos, mi vida, no es monótona; en que somos tan únicos e imprescindibles como cualquier producto publicitario y no lágrimas en la lluvia; que no somos de usar y tirar por un ere, esposo, abuelo o hijo cualesquiera. Pero veo la vida repetida cada día, veo las mismas películas y los mismos programas de televisión una y otra vez, compro los mismos productos, consumo los mismos políticos con distinto disfraz y el sol sale cada día con la misma cara ardiente e insoportable (quizá un poco más pálida); incluso los psicólogos (qué justo que empiecen con psé) repiten siempre el mismo mantra: vuelva usted mañana, como en Atrapado en el tiempo. Hasta nuestra muerte es la misma que la de muchos otros y nos ponen siempre cruzados de brazos cuando cierran la caja. Si esto no es eterno retorno, que venga Brahma y lo vea. O Buda: como vivo cerca de una iglesia, me suelo topar con entierros, mendigos y viejos. Ya más entierros que bodas; morirse se ha vuelto a poner de moda.
Toda la música fúnebre es de buena calidad. ¿Por qué? Hemos venido al funeral de la abuelita, pero ni siquiera Marilina Monrou, quien, por cierto, terminó a oscuras con luz encendida después de haber follado tanto, puede ayudarnos a levantar algo más que el ánimo. Nadie es perfecto.
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