domingo, 7 de abril de 2013

Hoy remato mi edición de las fábulas del siglo XVIII

Durante cerca de dos años he estado preparando una edición de fábulas para Castalia. No lo pedí, me la ofrecieron, y, tonto de mí, acepté. Estoy hasta los cojones de Samaniego e Iriarte. Cierto que he aportado algo al tema y he descubierto algunas cosillas, cierto que ahora conozco mejor el último tercio del siglo XVIII, como conozco el primero del siglo XIX. Pero me voy a morir igual y todo eso no me va a servir de nada. Estoy hasta los cojones de Iriarte y Samaniego, como lo estoy de prensa decimonónica, de liberales emigrados, de heterodoxos de todos los tiempos, de manchegos raros y de poetas posrománticos. Tengo mi ordenador repleto de notas sobre todos esos temas y algunos más. Y, además, parte de la Wikipedia. Y estoy harto, lo repito. Es el último libro de investigación que escribo. ¿Por qué? No me queda vida suficiente para desaguar todos esos materiales ordenándolos y redactándolos y querría vivir un poco, inspirar un poco de aire no inficionado por coniosis de archivo y vericuetos informáticos o, por lo menos, hacer literatura de creación sin agobios de tiempo y gilipolleces por el estilo.  

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