lunes, 8 de abril de 2013

El poder de la ley no lo gobierna nadie


De José Antonio Fortea:

Hay un tema sobre el que nunca he hablado, pero que hoy me gustaría abordar. Un tema de Derecho que siempre me ha resultado preocupante. Veréis, si a una persona es detenida, tiene una serie de derechos, de garantías legales. Pero esas mismas garantías son mucho mucho más difusas, cuando alguien contra su voluntad es detenido contra su voluntad en un centro psiquiátrico.

El sistema no funciona mal porque los psiquiatras son profesionales, que buscan el bien de los pacientes. ¿Pero qué sucede si un agente de la autoridad corrupto se alía con un psiquiatra corrupto en uno de esos centros? El resultado ya os lo podéis imaginar. El psiquiatra corrupto podría contar con una perfecta coartada (basada en informes policiales) para que el falso enfermo pudiera estar una buena temporada encerrado. Desde luego un inocente encerrado allí, sí que parecería totalmente loco. Desde luego parecería un esquizofrénico si se le ocurre negar todas las cosas que los falsos informes policiales den como hechos indudables.

Insisto, el sistema funciona bien porque está en manos de gente honesta. Pero bastan dos individuos compinchados para que la maquinaria de la ley y de la sanidad se convierta en un callejón sin salida. Por eso el Poder tiene que estar legalmente tan vigilado, porque el Poder tiene medios extraordinarios para liberarse de alguien.

Me comentaba un psiquiatra que cuando alguien es encerrado contra su voluntad en un psiquiátrico, en veinticuatro horas tiene que pasarse por ahí alguien del juzgado para comprobar si es adecuado o no ese confinamiento. Pero que el secretario del juzgado se limita a llegar y firmar el asentimiento a lo que dice el médico. Lógico, pues el secretario no tiene ni idea de psiquiatría. Es muy triste que todo el sistema de derechos, de protección, frente al ingente poder del Estado se pueda burlar tan fácilmente. Dejo en manos de los especialistas qué es lo que se debería hacer. Pero esta puerta trasera es muy perturbadora.

Pensamos que los que se dedican a estas cosas de la Ley, saben lo que hacen y que no tenemos que preocuparnos. Hace poco escuché como un ladrón al que se le había detenido quince veces en España, siempre se le dejaba libre porque no había usado la violencia y no sé qué otras memeces más que marcaba la ley. ¡Quince veces! Si éste y otros casos son públicos y evidentes, deberíamos preocuparnos más por las puertas traseras.

Pero nos quedamos tranquilos, confiando en el que tiene el Poder, confiando en que debe haber gente más inteligente de nosotros que ya se ocupa de esas cosas. Error, terrible error. El Poder, el Estado, la inmensa y férrea maquinaria de la autoridad, es siempre el que más debe ser vigilado. Porque él se puede convertir en nuestro mayor enemigo.

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