Cada día parece más cierto aquello de que uno no se va a hacer rico trabajando, pero a lo mejor sí haciendo trabajar a los demás. A Amancio Ortega me remito, que no terminó la ESO y anda ya por segundo más rico del mundo, a fuerza de mano de obra dizque esclava. Aunque no lo he tratado íntimamente, muy rico no debe ser, porque estos personajos nunca tienen bastante, aunque hagan gestos como los del señor don Juan de Robles del epigrama de Juan de Iriarte:
El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo hacer este hospital...
y también hizo los pobres.
A Amancio Ortega, de nombre futbolista y filosófico, lo peor y lo mejor de España, discreto como es, no le harán nunca un escrache, que dicen es coacción y acoso. Ahora bien, menudo acoso y menuda coacción es que te echen de tu casa, de tu trabajo o de la vida, como a esos pobres niños ahogados por una madre en la bañera, coaccionada por las hipoteca, el paro, el hambre, un marido pegón y sumida en las tinieblas por falta de pago. Seguro que el nene de la Soraya tiene (mejor) vida, además de unos ojos preciosos. Con esas coacciones de los mamandatarios es fácil echar a una madre de la razón, aunque tuviera mucha, supongo que por los motivos sin motivo que se acostumbran en este género de patadas en el culo. Porque el deporte de dar patadas, aunque sea a la pelota, es muy popular en España.
Si tuviéramos que seguir las habituales metáforas médicas que gasta el periodismo desde el siglo XVIII, que, ahora, con las nuevas normas ortográficas, habría que escribir xviii, diríamos que la enfermedad de España es un cáncer y tiene su misma solución: cirugía, veneno y vigilancia para que no se repitan las cosas. Podíamos empezar por extirpar el senado, la monarquía, la constitución y la mayoría de las frondosas leyes, en especial los matojos autonómicos; para hacer una buena poda, en vez de bisturí y "cirujano de hierro", que decía Joaquín Costa, se podría utilizar la navaja de Occam. Solo con el ahorro en papel se podría pagar toda la investigación científica en España. En cuanto a los grasos lipomas autonómicos y demás granos en el culo, lo mejor es cortar por lo sano; lo malo es que en la cirugía política no se ha inventado todavía la anestesia, y los politicastros aullarían como hienas sin carroña de corrupción que comer.
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