Uno quisiera ir a bañarse inadvertidamente (ibant obscuri sola sub nocte per umbras) en la alberca de algún labrador ocioso a la luz de la luna, sin necesidad de salir en cueros corriendo la milla para librarse de los cartuchos de sal, o refrescarse sin necesidad de robar melones a los ricachos de La Poblachuela bebiendo la marca registrada agua del grifo en la bañera de casa, bajo el plenilunio del ventilador, en busca siempre de nuevas sensaciones, pero va a tener que resignarse y viajar por toda Europa seduciendo a bellas mujeres, saludando a todas las eminencias del siglo, gozando de vistosos saraos y comiendo y durmiendo en hermosos palacios de Venecia, París, Londres y San Petersburgo. Este milagro lo logra la lectura de la caudalosa, culta e indecente Historia de mi vida de Giacomo Casanova, editada, por primera vez completa y sin censura, rigurosamente traducida y anotada, por Atalanta, la editorial del hijo del lujo o lujo de hijo de la irrepresentable Duquesa de Alba, que se ha llevado además por la hazaña un premio nacionajero de traducción.
Además de este consejo para pasar el verano, solo recomendable para los desesperados lectores de mierdas de Editorial Planeta o el Círculo de Lectores, puedo ofrecer la alternativa de escoger en el pasado, que tiene más anaqueles que el insatisfactorio presente, husmeando a poco precio, en la librería informática de Vialibri, algunos autores descatalogados y "de viejo" que merezcan la pena, sacados de una época en la que leer tenía algún sentido y era una alternativa viable a la angustia de vivir cada día, y no como ahora, con ordenadores, cine y televisión.
Por ejemplo, los cuentos -no las novelas largas-, los ensayos y los libros de viajes de William Somerset Maugham, uno de los mejores autores olvidados que uno pueda llevarse a las manos, o los de William Saroyan, tan remanente y sazonado como aquel, pero algo menos culto. Ambos autores te dejan la impresión de haber conocido a hombres y a mujeres de verdad, de carne y hueso, de los que te entregan algo que se queda de verdad en la memoria. Háganme caso, y pasarán de esa manera uno de los mejores veranos de su vida, sin gastar demasiado.
Además de este consejo para pasar el verano, solo recomendable para los desesperados lectores de mierdas de Editorial Planeta o el Círculo de Lectores, puedo ofrecer la alternativa de escoger en el pasado, que tiene más anaqueles que el insatisfactorio presente, husmeando a poco precio, en la librería informática de Vialibri, algunos autores descatalogados y "de viejo" que merezcan la pena, sacados de una época en la que leer tenía algún sentido y era una alternativa viable a la angustia de vivir cada día, y no como ahora, con ordenadores, cine y televisión.
Por ejemplo, los cuentos -no las novelas largas-, los ensayos y los libros de viajes de William Somerset Maugham, uno de los mejores autores olvidados que uno pueda llevarse a las manos, o los de William Saroyan, tan remanente y sazonado como aquel, pero algo menos culto. Ambos autores te dejan la impresión de haber conocido a hombres y a mujeres de verdad, de carne y hueso, de los que te entregan algo que se queda de verdad en la memoria. Háganme caso, y pasarán de esa manera uno de los mejores veranos de su vida, sin gastar demasiado.
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