Si fuera consecuente, Rosell Lastortras, actual ogro mayor de la CEOE y personaje que no pudo concluir Ciencias Políticas, debería pedir que se legalice el anfiteatro romano como uno de los espectáculos añadidos de Las Vegas Sands para que se puedan aplicar sus tropezonas alcaldadas capitalistas sobre el empleo. El primer judeocristiano en la arena podría ser él, si a los leones y a los gladiadores no les diera dentera un bienparido maltocador de la lira a pesar de la gazuza y el fuego abrasador promovidos por sus digamos que ideas, más que por sus decimos que desastres de atropello y transgresión. Pero si fuéramos como no es este primate (segunda acepción) Juan Rosell, esto es, humanoides, solo le cobraríamos un impuesto nada monegasco a la estupidez que lo dejara en pelotas y no pudiese pagar entrada de espectador sino de carne de espada y saliese con todos los honores y bien mechadito por la Porta Libitinaria, que era por donde salía la carne muerta del Coliseo. Dos billones de deuda estatal a causa de negocietes del estilo de los que hacen sus compadrejos, que no camaradas, y lo que es peor, esa intención de que los paguen los que menos tienen y no los que lo emprendieron, lo castigaban los antiguos galos colgando la cabeza a la puerta de sus casas, César dixit. Solo hay que ver la mediocridad y catadura moral de sus antecesores en el cargo para esperar... ¿se puede esperar algo de esta hez, que no elite?
En España teníamos un economista clásico, Germán Bernácer, a la altura del bloomsburyano John M. Keynes, quien, como su discípulo José Luis Sampedro, no olvidaba que la economía se centra en el hombre y no en ese producto alienado y cosificado que es un plano espantajo para la mafiosa y corrupta Escuela de Chicago, la de las pizzas con hipercolesterolemia. Pero Bernácer es un nombre que nunca aparece en los labios de esta abyecta élite extractiva, por usar la atinada definición de los economistas Acemoglu y Robinson, apoyada por la estructura oligárquico-pseudorrepresentativa de un país que no ha podido hacerse con instituciones inclusivas, a causa de una herencia jurídica neofranquista represora que sabe bien encarnar el pepoísmo vigente, ese pepoísmo que no se vende (claro está)... se alquila. Estudien las parentelas cruzadas y la genómica de esa élite: casi toda remonta a los vencedores de la guerra civil. Y, ya lo dijo Calderón: "Porque en batallas tales / los que vencen son leales, / los vencidos, los traidores"
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