Para una gran parte de una ciudad tan real como la nuestra, antes villa pero semejante a una aldea, quizá del Rey, los reyes de la baraja poseen mucho oro, tienen copas de más, mueven demasiado ruido de sables y abusan del basto tentetieso; cuentan con más bastardos y sotas que sobrinos los curas, su lugar es el de los cuentos para niños y su tiempo el de la Edad Media.
Pero yo quiero que se distribuya mejor la pobreza, especialmente entre quienes la generan, suministran y reparten chupando del bote; que no me juzguen o representen caudillos o magistrados borrachuzos o aficionados a las armas; que no me cuelguen la espada de Damocles sobre el cuello y que se dé ejemplo no solo en asuntos fiscales, sino de bragueta. Es más, quiero ser mayor -creo merecerlo, ya tengo cincuenta y dos añitos como para creer en reyes magos o mangantes o en caperucitas rojas como la Pasionaria- y vivir en mi época, mala o buena.
Hablar de monarquías modernas debería ser hacerlo de una curiosidad arqueológica y barata que promocionase el turismo impresionando a caciques indios, africanos o islámicos de regiones donde todavía no ha terminado el medioevo. Porque en todo medioevo hay chamanes para los ritos, nobles para las armas de caza y guerra y mujeres y esclavos para el servicio y el trabajo; castas, diría Pablito. Chamanes hay demasiados, nobles, uno, pero muy gordo, de cuya opacidad fiscal estamos hasta la coronilla; mujeres, maltratadas o en paro; esclavos, muchos de África, Hispanoamérica y Rumanía, harto explotados, pero que prefieren nuestro rey a sus caciques todavía más corruptos y explotadores.
Se sospechaba algo y yo mismo lo expuse en otros artículos; y rondaba cuando vimos al rey con sus colegas árabes, quizá comunicándoles la nueva antes que a los propios españoles. Yo prefiero una barata república al modelo escandinavo (con rey o sin él) o una constitución cantonal a la suiza, aunque eso tal vez no sea posible habida cuenta de la mediocridad, más mediana todavía cuando hablamos de españoles, de los políticos; podría concluirse verdaderamente ya la transición y el cuello de botella ademocrático formado por los resabios franquistas de la Constitución promulgando una nueva, moderna, plenamente democrática y sin la casta de gilipollas, medrantes y ladrones que promueve la antigua. La harían nuevos ciudadanos para nuevos ciudadanos y nuevos tiempos. La que se va a armar y la que se podría armar. Todo dependerá de si Felipito el Sexto no se duerme en los laureles -sus intenciones ahora se esconden más que una lagartija-, que lo hará si sigue con la inercia de la Constitución que nos dieron para acatar o nada, o bien dirige sin entrometerse un nuevo proceso constitucional que, previo desarme de la nomenclatura pseudodemocrática "de la Transición" (algo más difícil de hacer que el de las cortes franquistas) conduzca a un estado más representativo y rebelde a la corrupción, incluso sin rey por medio; podría salvarse la monarquía reducida a una justa proporción si lo hace bien; si no hace nada, o lo hace mal, podría convertir esto en un curso acelerado de balcanismo o algo peor. Tendría que asumir unos grandes recortes de prebendas y un nivel de democratización superior y demostrar que puede ser un primer ciudadano o primus inter pares y reducir las espectativas de república a una tormenta pasajera; su situación es semejante a la de Alfonso XIII durante la descomposición del sistema canovista de alternancia de partidos corruptos y posee los mismos riesgos. Hacerlo en esta situación, cuando no se vislumbran políticos ni partidos fuertes en el panorama futuro, ha sido inteligente... Precisamente antes de que se conozca de dónde le viene el dinero que gasta. Lo malo es que se le ve el plumero a él y al resto de la familia de reales pavos y tal vez sea demasiado tarde... o no. Lo que sí es evidente es que se acercan tiempos interesantes y moviditos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario