Me hallo enredado en varios trabajos; el más mecánico y estomagante es corregir exámenes; el que más me estimula, escribir tres artículos de investigación. El que tengo que terminar ahora es una pequeña historia de la literatura manchega del siglo XVIII en cuarenta páginas, algo que ya hice con el siglo XIX; con ese propósito me hallo enterrado bajo un montón de libros sobre este asunto, desde el Diccionario biográfico de España de Gil Novales a la Biblioteca jesuítico-española de Lorenzo Hervás y Panduro, editada insuperablemente por Antonio Astorgano Abajo, que Dios guarde. Por supuesto, las obras de Gómez Porro, la Bibliografía de Juan Catalina, etc., además de una serie de textos bastante rarilla que se me ha ido compilando a lo largo de una vida consagrada a ambiciones intelectuales un poco fuera de rosca para un tonto de capirote como yo. ¿Pues no va y me entra en el caletre la idea de escribir una historia de la literatura manchega? No caerá esta breva, aunque tengo reunidos los materiales; necesitaría dejar de dar clases para pagar mis hipotecas y las de los familiares que Rajoy y compañeros de jodienda y frenesí corrupto me han hecho asumir. Otro trabajo es una cosa que me ha pedido Jerónimo para el congreso del Instituto de Estudios Manchegos. Este es todo un rompecabezas erudito que exige mucha sutileza y concentración, y lo dejo para estas Navidades. Por último, el tercero es un artículo para el libro de Instituto, sobre Cervantes otra vez. De eso tengo ya bastante escrito y solo tengo que retocarlo un poco.
Luego están todas esas ideas que siempre me rondan: una edición del Jicotencal que tengo empezada; un artículo sobre los artículos constitucionalistas de Mejía, ediciones de los Retratos políticos de la revolución de España y de los artículos de Félix Mejía entre 1843 y 1844, para la cual estoy ahorrando a fin de comprarme una edición que un librero de viejo gallego me ha guardado; otra de los poemas de Lidoro de Sirene y otra de los de Francisco Carretero Navalón. Por supuesto, abandono la edición del Bernardo del Carpio de Balbuena, a pesar de tener todos los materiales para hacerla, porque necesitaría una ayuda que nadie se ha sentido capaz de brindarme o una ambición o empeño que ninguno otro ha logrado reunir sino yo, que quiero compartirlas, tan pesada es. Así que a otro perro con este hueso. También hay otra serie de proyectos de artículo cuyos materiales tengo ya compilados, como una curiosa y divertida "Historia de los pasticheurs españoles", una edición de las poesías de Joaquín Dicenta con algunos inéditos y, por supuesto, mis nunca olvidados proyectos meramente creativos: tres novelas, una sobre la España de los ochenta, otra sobre la del siglo XIX y otra de aventuras que tengo empezadas. Tengo por otra parte algunas ideas para cuentos, aparte de algunos que tendría que retocar que ya andan en mi blog; la que más me gusta es la de "El interferómetro", que podría alargarse a novela o converger con la última. Las demás las ahogo en la cuna porque veo que me voy a morir sin poderlas desarrollar; así son las cosas: se necesitan tres o cuatro vidas humanas para agotar las ganas de verterse en el papel que uno trae al mundo; por eso a todos los escritores muertos se les queda mucha más cara de frustración.
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