Sobre los restos de Shakespeare hay unos versos que maldicen a quien perturbe la paz de los huesos que allí se encierran. Nadie sabe quién los escribió; puede que el propio Shakespeare. Le han hecho caso y nadie se ha atrevido a violar el eterno descanso del Cisne del Avon. Cervantes no ha tenido tanta suerte, y les diré por qué: por dinero.
Quieren que los restos mortales de Cervantes descansen en un lugar donde se pueda hacer negocio con ellos. En que se pueda cobrar la visita o crear plazas hoteleras. No lo dejarán en ese tranquilo claustro donde nada perturbaba su eterno descanso. Lo mismo hicieron con los huesos de Quevedo.
Es muy triste que, quien murió en la pobreza y amortajado con hábito franciscano sin que acudiera a su funeral nadie salvo Lope de Vega, que quiso perdonarse la ojeriza que le tuvo, merezca ahora la atención no por sus obras, sino solamente por el dinero que le pueden sacar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario