El regreso del marinero
Es natural mirar atrás si el fin se acerca.
Pasaron los años; las nacidas esperanzas se disiparon y murieron.
Los momentos de fugaz bienaventuranza
fueron alumbrando la cada vez más consistente decadencia
y nos despertamos a las picaduras de la memoria y el dolor.
El niño fuerte y bendecido por el sol
se agostó pronto oscurecido por los nubarrones de la madurez;
el arrebol de su cara, su sonrisa en los labios
soy hoy garabatos de daño y de desprecio.
Si hubo sueños de amor
que calmasen el hinchado corazón,
los barrieron las pesadas cadenas que le colgaron
y cuitas que regresaron de donde no hubo respiro.
Se perdieron los amigos en un mundo cambiante,
aunque aqueja su recuerdo descompuesto
y, subidos al lomo de los hechos amontonados por la vida
que compiló una fatigosa descarga,
solo nos queda esperar
cortejados y reprendidos
por las cadenas de sufrimiento que los atan.
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