En Camino de perfección, una novela de Pío Baroja en que, como en El árbol de la ciencia, hay entornos manchegos, dice el amigo suizo del protagonista Fernando Ossorio, cuando están descansando de escalar la famosa montaña del capítulo catorce:
-Yo tuve una sobreexcitación nerviosa y me la curé andando mucho y leyendo a Nietzsche. ¿Lo conoce usted?
-No. He oído decir que su doctrina es la glorificación del egoísmo.
-¡Cómo se engaña usted, amigo! Crea usted que es difícil de representarse un hombre de naturaleza más ética que él; dificilísimo hallar un hombre más puro y delicado, más irreprochable en su conducta. Es un mártir.
-Al oírle a usted, se diría que es Buda o que es Cristo.
-¡Oh! No compare usted a Nietzsche con esos miserables que produjeron la decadencia de la humanidad.
-Fernando se incorporó para mirar al alemán, vio con asombro que hablaba en serio, y volvió a tenderse en el suelo.
El personaje del suizo se inspira en un escritor e hispanista suizo real, un nazi amigo de los hermanos Baroja, Paul Schmitz (1871-1953), que fue agente literario de Baroja y traductor de Nietzsche al español; influyó mucho en Pío y no necesariamente en aspectos positivos. Pero algunas de sus ideas, expresas en divernas novelas y en el mismo pensamiento dogmatófago de Baroja, que fue durante un tiempo un optimista nietzscheano antes de volverse completamente partidario del pesimismo de Schopenhauer, son curiosas. En el mismo capítulo de Camino de perfección dice Schulze a Ossorio:
"-No parece usted español [...] Los españoles han resuelto todos esos problemas metafísicos y morales que nos preocupan a nosotros, los del Norte, en el fondo mucho menos civilizados que ustedes. Los han resuelto negándolos; es la única manera de resolverlos."
De esto se hace eco Borges al afirmar que los españoles "ignoran la duda". Podemos tomarlo como un elogio o como un insulto. Pero la actitud más española no es escoger, es decir ¡qué más da! y acudir a ver un partido entre el Real Madrid y el Barcelona, una corrida entre Belmonte y Joselito o unas elecciones entre el PP y el PSOE, sin saber que ambos son el mismo equipo, el mismo torero, el mismo partido político. Porque no hay medias tintas.
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