Torrente Ballester afirmaba que toda la obra de Pessoa nacía de su aburrimiento. Un aburrimiento cósmico, de “pozo sin muros” que lo disgregaba en los heterónimos de su “drama em gente, en vez de em actos”, y así pudo decir en el “Libro del desasosiego” (traducido por nuestro ciudarrealeño Ángel Crespo, autor también de varios estudios sobre su obra):
“Mi alma es una orquesta oculta; no sé qué instrumentos tañe o rechina, cuerdas y harpas, timbales y tambores, dentro de mí. Sólo me conozco como sinfonía”.
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