Son muy escasas las fuerzas de la razón, sobre todo cuando tiene que demostrarlas; entonces el error, o el absurdo si queréis, se impone con una facilidad desconcertante. Supongamos que se encomienda a la razón la resolución de un problema. ¿Qué ocurre entonces?
Que unas veces la cosa está clara tanto en sus causas como en sus soluciones. Otras veces no está nada claro el asunto aunque se dedique tiempo a investigarlo. Y otras veces uno cree estar seguro de cuales son esos problemas y soluciones, y se equivoca.
Suele ocurrir que la persona prudente, buena e inocente tiene toda una serie de elementos en sí mismo o circunstanciales que la empujan a sacar conclusiones erróneas.
Se suele creer que la razón, al igual que la justicia, terminará imponiéndose. Pero la experiencia demuestra que es la fuerza la que termina todos los asuntos, porque la razón lo único que provoca son dolores de cabeza y una subjetividad sin fin. Ya lo dijo Peter Handke: "Toda razón es arbitraria para la razón"
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