Héctor G. Barnés, "Cómo conseguir que no se te olvide nada de lo que lees", en El Confidencial, 13-XI-2016:
Todos lo sabemos: por mucho que nos concentremos en lo que leemos, apenas un par de semanas después de terminar un libro, no recordamos casi nada. Hay solución.
“No me acuerdo ni de lo que comí ayer”; “sí, esa película la vi hace poco, pero no estoy seguro de cómo terminaba”; “leo mucho, pero los libros se me olvidan nada más acabarlos”. Estas son tres frases que oímos de manera habitual en nuestro día a y a día, y que vienen a resumir una triste realidad: cada vez nos cuesta más recordar nuestras experiencias. Muy probablemente, porque apenas causan un impacto en nosotros. Comemos, vemos una película o leemos un libro para olvidarlo casi en el acto, en cuanto pasamos a otra cosa.
La única manera de conseguir que esto no ocurra es convertir la lectura en algo significativo, de igual manera que ocurre con los niños cuando aprenden algo nuevo. Hay mucho escrito sobre las pequeñas estrategias que se pueden adoptar para conseguir recordar lo que se ha leído, así que a continuación recogemos algunas de las más útiles si no queremos que la lectura se convierta en un acto tan inocuo e insípido como beber un vaso de agua.
Lo mejor que puedes hacer es resumir el libro y reenviarte periódicamente un email con lo más importante que has aprendido
Recapitula y mándate un correo electrónico
De entre todas las estrategias personales que se han desarrollado para memorizar lo leído, quizá esta que Shay Howe de BellyCard expone en 'Medium' sea una de las más interesantes, ya que le ha permitido leer un libro cada dos semanas y estrujar al máximo su contenido. Su método consiste, básicamente, en subrayar lo más importante. Poco sorprendente, ya que es lo que recomiendan la mayor parte de expertos.
Sin embargo, para Howe esto no es más que el principio: una vez terminado el libro, merece la pena releer lo destacado, con el objetivo de “reforzar las lecciones y los conceptos clave”. Con una hora debería ser suficiente. Una vez terminado, el directivo hace un resumen por escrito en un correo electrónico y se lo envía a sí mismo. Howe no se corta a la hora de enriquecer el texto con gráficas, infografías o fotografías de las páginas del libro.
La cosa no termina ahí. No solo se envía una copia del resumen, sino que, además, programa el servicio de correo electrónico para volver a recibirlo un tiempo después. “La mayor parte de las veces, estos emails llegan cuando mis recuerdos del libro empiezan a desvanecerse, igual que mi instinto para aplicar lo aprendido”, explica. “¡El momento perfecto! Entonces lo vuelvo a programar para reenviármelo en una fecha posterior”. Howe sigue haciendo lo mismo a medida que pasa el tiempo, con el objetivo de refrescar periódicamente lo aprendido.
Toma notas
La táctica de memorización más habitual. Si no quieres pintarrajear las páginas de tu libro –algo razonable–, siempre puedes tomar notas en post-it o en un cuaderno aparte, aunque en este caso se pierda la capacidad de interactuar con el objeto-libro. Como explica un artículo publicado en 'Business Insider' a partir de las opiniones de los usuarios de 'Quora', nunca debemos leer sin un lápiz en la mano. “Subraya las frases que encuentres confusas, interesantes, o importantes”, señala uno de ello. “Traza líneas en el margen de los párrafos más importantes. Dibuja diagramas para ver la estructura de las ideas clave”.
Si no eres capaz de contarle a otra persona lo que acabas de leer, es porque no lo has entendido lo suficientemente bien y lo vas a olvidar
Hazte preguntas
Piensa en el libro como en un examen que debes aprobar, pero sin la carga estresante asociada a estas pruebas. ¿Cuál es la principal idea de lo que acabo de leer? En caso de que se trate de una novela, ¿cuáles son las motivaciones de los protagonistas? Es algo muy semejante al papel que juegan las preguntas sobre comprensión escrita en los libros de texto de los alumnos de un colegio. Si nos cuesta desarrollar preguntas, podemos utilizar otra estrategia, que es contárselo a los demás. Al ordenar y sintetizar la información para explicarla de manera oral, estamos obligados a interactuar con ella y no ser simplemente receptores pasivos de lo que hemos leído. Si no eres capaz de hacerlo es porque, aunque pienses que sí, no has sido capaz de entenderlo.
Impresión, asociación y repetición
Los tres pasos de la memorización, según explica un usuario de 'Stack Exchange'. Por lo general, la mayor parte de nosotros nos quedamos en el primer paso, es decir, con la impresión que ha causado en nosotros lo que hemos leído. Por eso solemos recordar si una novela o una película nos han gustado, pero no podemos decir por qué.
Más complicado resulta pasar a la asociación, es decir, enlazar lo que hemos leído con lo que ya conocemos, y a la repetición. Es tan simple como volver sobre el mismo material hasta que conseguimos retener lo más importante. Como no tenemos tiempo para releer un libro una y otra vez, basta con volver sobre lo subrayado, lo que nos devuelve al consejo inicial de Howe.
Lee en diagonal primero
Puede parecer un consejo muy poco útil. ¿De verdad merece la pena echar un vistazo a todo el libro antes de meternos en profundidad en él? El doctor Bill Klemm, profesor de Neurociencia de la Universidad de Texas A&M, considera que sí, especialmente si (obviamente) se trata de género ensayístico. “Todo material que deba ser estudiado con cuidado debe ser leído por encima primero”, explica.
No debemos pegarnos atracones que nos dejarán resaca lectora. Es decir, dolor de cabeza y ni un solo recuerdo de lo que leímos la noche anterior
Tres son las ventajas de este método: favorece el recuerdo cuando nos sumergimos en el texto por segunda vez; orienta el pensamiento, porque te ayuda a conocer dónde se encuentra lo más importante; y, sobre todo, proporciona una idea general del texto en el que estás a punto de sumergirte, lo que hace más fácil recordarlo más tarde. Ni qué decir tiene que, cuanto más visual sea el libro (como ocurre con un manual), más útil es esta estrategia.
Piensa en imágenes
Una metodología muy parecida a la de las mansiones de la memoria de la que ya hablamos aquí. Nuestra memoria es mucho más visual que verbal o numérica, por lo que transformar las palabras que leemos en imágenes puede ayudarnos a recordarlas. “Una imagen puede no valer por mil palabras, pero sí puede capturar la esencia de docenas de ellas”, explica el profesor Klemm.
El profesor también recomienda utilizar una estrategia similar a la de los actores cuando memorizan un texto. Estos, recuerda, no lo aprenden palabra por palabra, sino que se meten en ello, “estudiando el significado del guión en profundidad, lo que parece que produce una memorización automática”. Conferir un significado concreto y meterse en el texto es la manera más sencilla de recordar aquello que se debe repetir más tarde.
No te pases
¿Quieres recordar lo que has leído? Pues más vale poco y bien que mucho y mal. Todos hemos reconocido en un momento u otro que, con el advenimiento de los teléfonos móviles y otros dispositivos, nos cuesta mucho más concentrarnos. Por eso debemos ser conscientes de nuestros límites y no pegarnos atracones que no nos dejarán más que una resaca lectora (es decir, dolor de cabeza y ni un solo recuerdo de lo que leímos la noche anterior). Aunque Klemm tira por lo bajo y propone períodos muy cortos, de entre 10 y 15 minutos –intenta terminar “Guerra y paz” a ese ritmo–, cada cual debe conocer su límite, que irá aumentando a medida que adoptemos mejores hábitos de lectura. Otro truco es parar cada X tiempo (aquí sí que viene bien el cuarto de hora) para reflexionar sobre aquello que acabamos de leer.
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