Copiado de por ahí, de una lectura de poesía ajena que realizó Gamoneda en Guadalajara, México:
Si una lectura de poemas tiene algo de acto religioso, una lectura de Gamoneda tiene algo de misa laica porque el escritor, como el oráculo de Delfos, ni afirma ni niega: emite señales mientras se dirige a la concurrencia: “Les veo muy relajados”. Por ejemplo: “El recuerdo habita el olvido y el olvido perfecciona el recuerdo”. Por ejemplo: “Nuestro cuerpo es una flor”. Por ejemplo: “¿Qué es ser loco? Eso no es algo que está averiguado. En cualquier caso, yo participo de esa locura”.
Gamoneda ha dicho alguna vez de sus años de militancia antifranquista que él y los suyos formaban una cuerda de “gente asustada, semilocos y pequeños héroes de la negatividad”. Algo parecido dice ahora de los poetas con los que se junta. Aunque estos se llamen Poe, Mallarmé, Artaud o Helder. A todos ellos se sumó él mismo para reconstruir a su manera la figura de Azrael, el ángel coránico de la muerte, abordado poéticamente por cada uno de sus predecesores. “La apropiación”, dijo, “supone una cruel destrucción de los poemas anteriores hasta el punto de crear no un poema nuevo sino uno de otra naturaleza”. Fue una mezcla de recital y taller literario. Nadie se movía en el Salón de Poesía, en el que se había colado más gente de lo habitual para escuchar una lectura que también duró más de lo habitual. “Hemos transgredido todas las normas de la FIL”, reconoció Gamoneda. Pese a que la feria tiene a gala que sus actos –ya los protagonice un joven debutante o un autor consagrado- no duren más de 50 minutos, no parece que en su caso vayan a tenérselo en cuenta.
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