domingo, 27 de agosto de 2017

El madrino

Rajoy comparecerá en el lager del Charlamento con cinco de sus capos para justificar los últimos negocios del cártel del PP, pero yo digo: ¿pa qué? No quebrará su omertá, menos aún con las leyes preposfranquistas, transicionantes y transinfinitas que tenemos: que la helada ley injusta que han  hecho los suyos diga lo que quiera, que él hará lo que le dé más (gana) a su derecho, que es también su derecha; lo único que se quebrará, en todo caso, es su ya mítica vagancia; porque España sigue en quiebra gracias a su monstruosa deuda, aún más acrecida, dicen, y a nuestros monstruosos bancos, que nos comen como Saturno a sus hijos. ¿Quién la pagará? ¿Los Lannister? No se fía ni a ellos. Mariano no llega ni a padrino protector: es un hado madrino y funesto al que le hacen citar a Lorca sin haberlo desenterrado. Pero da igual: también llaman anticatalán a Machado sin haberlo leído. Es lógico que los jóvenes no escuchen las afrentas y las promesas de un viejo vendido como Mariano Rajoy.

Ya nos han dicho (no la prensa, que lo suyo no es discutir) que no nos devolverán los bancos los 27.344 millones de euros que nos han sustraído por sus desarreglos o desreglas o desregulaciones de dama neocón con problemas de sangrante periodo o ciclo bursátil: esas periódicas crisis capitalistas que había conseguido evitar la economía keynesiana y que los neocón volvieron a revivir cargándose la división entre banca especulativa y de inversión, solo porque así engordan más. No hay oídos que soporten tan gran y desagradable ruido: hay que oír música, aunque sea tan mala como la de Operación Triunfo, que es la que cantan los pepoides. No podremos devaluar la moneda: el santísimo euro nos lo impide. Por eso los polacos, que no lo tienen, crecen más que nosotros (y no como el cáncer, que es la ideología de Rajoy: crecer por crecer, aunque mate al resto del cuerpo social), que solo pensamos en los bancos (especialmente los políticos que van a parar a sus consejos, que es el morir) y no en el bien de la gente. Y eso es así porque en España no es que exista corrupción, como en Italia, sino porque está en ella institucionalizada: la misma España, su concepto, su constitución, sus estructuras legales incambiables, es corrupción.

Siempre ha sido así desde que triunfó en ella el rígido fascismo (cuya rigidez calca nuestra carta otorgada o "Constitución") y se hizo modelo seguido por toda Hispanoamérica y su milicienta con la anuente astucia mercante de los aprovechados yanquis corruptores de democracias menores. Pero sigo. La gente (que padece, no la couché en que se miran) ya no compra su casa; tampoco la alquila; con los microsueldos de Rajoy solo da para habitaciones. Porque la gente (que no vota a Rajoy, la gente al por menor, digo, no la forrada) debe sobrevivir, y recurre por ello para moverse a Blablacar y a crearse sus propias compañías eléctricas y a apagar la tele y dejarse de cables para no gastar ni perder el tiempo con enervaciones y gilipolleces. O a huir a países honrados. Qué coño, si hasta los terroristas se han vuelto low cost porque no les llega el presupuesto para cordita y tienen que hacerse explosivos de lavabo y con acetona. Los etarras al menos los importaban de Francia y no iban por ahí acuchillando a la gente, que pringa y es más sucio. 

Mis alumnos, con jornadas de doce horas (cuando trabajan, que lo hacen con interrupciones, como las lagartijas) y sueldos fraccionarios, no pueden siquiera estudiar: están demasiado cansados y sin fe alguna. Son los temporeros del XIX (el adjetivo no está de moda, aunque corresponda: por eso no aparece en los diccionarios de sinónimos; y si digo "paria del contrato" me darían con algo en la cabeza). Cuanto más una madre de familia, que ni siquiera puede pagar los libros de texto del bachillerato de su hija, en la que sí tiene fe. Pero la educación que le dé no le garantiza futuro alguno; en EE. UU., por ejemplo, han dado su premio máximo de medicina a un científico español, Francis Mojica, que ha descubierto el presunto remedio de mil enfermedades genéticas. Uno de esos investigadores a los que Rajoy no financia de una de esas universidades españolas que no están entre las mejores del mundo. Es un milagro que aún quede en España: todos los demás talentosos han emigrado. Porque en España, el 12,5 % de los contratos que se firman en España es para camareros. Esa es nuestra industria, nuestra educación y nuestra investigación. Con razón ni el de Inditex ni el de Mercadona acabaron nunca la ESO. Es lo más sabio. Mientras relevaba a mi hija en el hospital han robado el móvil a mi mujer. Se lo dejé en la mano. Mi buena fe me dice que si ese ladrón tuviera un puesto de trabajo, no lo habría hecho... un puesto de trabajo de los que da Rajoy, que los da de lo que sabe: de robar. Aunque hasta para robar hay hoy que tener estudios, por ejemplo de robador de la propiedad, como Rajoy.

Han pitado al militar que han impuesto para guardar el patio y sus propiedades, ese que llaman Rey, los catalanes, pero yo creo que lo que han pitado es a la Corrupción que representa, con sus diez mil aforados y sus cien mil políticos autonómicos. Los catalanes son los más corruptos de la Península, y cuando ven que los vascos viven en la gloria sin apenas corrupción, gracias quizá a la vigilancia terrorista como dice Leyre Iglesias, piensan que algo falla y se los llevan los demonios (los suyos), aunque, como siempre, creen que son demonios de fuera. Adolfo, Benito y Paco hacían lo mismo, pero es que el nacionamismo es así de incestuoso y pare enanos como Pujol o Tirion Lannister (los Lannister es que son muy incestuosos). Y dejan que otros paguen siempre sus deudas.

Almudena Grandes publica una nueva novela de su ciclo de episodios nacionales del siglo XX, Los pacientes del doctor García. Advierto aquí a mis numerosos lectores de derechas y que se dicen de izquierdas sin serlo (hasta que Rajoy los echó de ellas con otros tres millones de españoles, lo que ya se empieza a notar en el barómetro del CIS) que no la lean: les provocaría acidosis o una contractura de jeta; desde luego, no les recalificará las ideas congeladas que guardan como si valieran algo en eso redondo entre los hombros que no es una pelota de fútbol. Menciona, por ejemplo, cómo Franco, a través de la red de Clara Stauffer entre otras, protegió a 800 genocidas nazis (él, el salvador de judíos cuando le convino) como Ante Pavelic, Léon Degrelle eiusdem palotis. Franco paralizó su propio genocidio en 1943, cuando ya estaba claro que Hitler iba a perder la guerra; se limitó entonces a hibernar hasta que encontró la coyuntura favorable de que los EE. UU. necesitaran bases en un estado títere, negociando así su entrada en la comunidad internacional de la que estaba proscrito por criminal de guerra. Al menos hasta que al general Carrero Blanco le entraron delirios de grandeza y se atrevió a negarle a Kissinger prescindir de la bomba atómica. Ya se vio lo que explotó dos días después.

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