I
Berta González de Vega, "Alarma social", en El Mundo, 16 AGO. 2017
La noticia corrió como la pólvora entre los grupos de padres de WhatsApp: "Ninguna universidad española, de nuevo, entre las mejores 200 del mundo". Intolerable. El Gobierno no podía jugar así con el futuro de los hijos que tanto esfuerzo estaba costando educar: refuerzo de inglés, matemáticas, debate. Los programas de televisión veraniegos cambiaron las parrillas de la programación para organizar tertulias sobre el asunto. Había alarma social. No fue difícil encontrar a expertos. Algunos de los profesores e investigadores españoles en las mejores universidades del mundo estaban aquí de vacaciones. Ningún rector compareció, pero mandaron comunicados: Era imposible competir con los presupuestos de las universidades extranjeras. Pero, ¿Y Lisboa, entre las 200 primeras? ¿Qué pasó con los campus de excelencia a gogó? No había nadie del Gobierno para contestar qué fue de los proyectos fallidos de reforma.Salieron casos dramáticos. Investigadores que regresaron a España con una beca Ramón y Cajal y no consiguieron hueco en departamentos plagados de familiares. Ramón y Cajal, dijo un tertuliano, nuestro último Nobel en Ciencia, más de un siglo ya. Luego, los profesores asociados. Perdieron el miedo a hablar de sus 600 euros al mes durante años y el pago de la cuota de autónomos para hacer méritos con una figura que se ha falseado, porque se trataba de atraer a profesionales de la calle. También hubo graduados, cajeros en supermercados, camareros, profesores particulares. Se les quebraba la voz en cámara al explicar que eran la primera generación de universitarios, que pensaron que un título en ciencias ambientales en una universidad de provincias era el pasaporte a un buen futuro laboral, pero ahora veían a primos con un módulo de FP a los que les iba mejor.Aparecieron casos heroicos, profesores que se pasaron años pleiteando en un contencioso administrativo por plazas a dedo. Resistieron, gastándose su dinero, para ser recibidos en un entorno hostil. En el apartado de héroes también los jefes de departamento que conseguían fichar a los mejores candidatos, incluso siendo de otra provincia. Se habló con un profesor de la Pompeu Fabra con doctorado en Chicago.Las movilizaciones fueron un éxito. Había pancartas que decían "Rectores, harakiri". "El futuro de mis hijos da de comer a enchufados". Mariano Rajoy se comprometió a poner la universidad española a la altura de su gastronomía, de su turismo, de su deporte. De sus escuelas de negocio, entre las mejores del mundo. Qué mal se duerme a veces en verano.
II
Un suspenso a la Universidad que abochorna, en El Mundo, 16 AGO. 2017:
El suspenso que han vuelto a recibir las universidades españolas en el prestigioso Ranking de Shangai, que valora cuáles son los mejores campus del mundo, debiera hacer reflexionar muy seriamente a las autoridades académicas. Ninguna de nuestras universidades se sitúa entre las primeras 200 del planeta. Y, lo que es peor, se ha apreciado en los últimos años un cierto retroceso en las posiciones del índice, lo que demuestra que ni siquiera se progresa adecuadamente. Son muchos los males que aquejan al sistema. Y exigen medidas de choque urgentes y que los responsables políticos asuman que la duodécima potencia económica del mundo no puede seguir sin centros de investigación académica de referencia. El índice elaborado desde 2003 por la Universidad Jiao Tong de Shangai tiene en cuenta cuestiones como el número de premios que han logrado los alumnos y profesores de cada campus -incluidos los Nobel o las medallas Fields- o el número de citaciones en revistas científicas de prestigio como Nature o Science. En el caso español, la primera Universidad que aparece en el ránking es la Pompeu Fabra de Barcelona, pero ya en el intervalo de entre los 200 y los 250 primeros centros. Muy lejos, por tanto, de la excelencia.Los rectores, que ante este tipo de informes que les dejan en muy mal lugar se suelen envolver en un absurdo corporativismo, achacan los malos resultados a cuestiones como los recortes que ha sufrido la investigación en nuestro país estos últimos años, como consecuencia de la peor crisis económica en muchas décadas. Pero el estudio comparado de los últimos rankings de Shangai demuestra que, en las mismas circunstancias, algunas universidades como la citada Pompeu Fabra o la de Granada sí conseguían escalar algunos puestos por el empeño en mejorar sobre todo la calidad investigadora. Resulta, además, incomprensible que ningún campus español esté entre los 200 mejores cuando sí lo ha logrado, por ejemplo, la Universidad de Lisboa, teniendo en cuenta que Portugal ha tenido su economía prácticamente intervenida por Bruselas hasta fechas bien recientes y su PIB es seis veces inferior al de España.No valen paños calientes. Los sucesivos gobiernos se han llenado la boca diciendo que iban a acometer profundas transformaciones del sistema universitario que, a la hora de la verdad, nunca llegan por falta de voluntad política e incapacidad de los distintos partidos para abordar la cuestión como un asunto de Estado. En España, está visto, todo lo que tiene que ver con la educación se acaba politizando y, por lo general, nadie se atreve a poner en marcha las reformas necesarias para evitarse problemas en medio de una gran maraña de intereses creados.Para empezar, el sistema universitario español padece una irracional atomización, ya que, desde los años 80, con el desarrollo del régimen autonómico, se han creado infinitos campus en todos los territorios para dar respuesta a las reivindicaciones de poblaciones y partidos políticos locales que querían disponer a la puerta de casa del más alto nivel de enseñanza para sus vecinos. Ello ha provocado disparates como que en algunas facultades haya cursos que no llegan ni a los 15 alumnos por aula, algo que resulta ruinoso.La Universidad española es, además, muy endogámica. Debería funcionar con mucha mayor flexibilidad en la contratación del profesorado, facilitando la incorporación de docentes temporales o profesionales de reconocido prestigio. Asimismo, resulta necesaria una mayor vinculación de las facultades con el mundo empresarial, como sucede en otros países. También hay que acabar con la falta de control en el gasto, sobre todo el destinado a la investigación, así como mejorar los instrumentos para evaluar el rendimiento del personal docente. En el reverso de la situación universitaria están las escuelas de negocios españolas. Dos de ellas, IESE y ESADE, se encuentran entre las 10 mejores del mundo en formación para directivos. Una demostración de que no falta talento ni capacidad;el mal estado de la enseñanza superior se debe a causas profundas como las señaladas.
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