Cualquiera que mire los periódicos apercibirá de inmediato que estamos gobernados por lo que solo podríamos definir como gilipollez. No hace falta ir a los EE. UU. ni a la Rusia de Putin: más o menos cualquier gobierno luce uno o varios rasgos de ese mal fundamental. Pero los griegos, que inventaron la democracia, inventaron también el procedimiento para evitarlo: poderes compartidos y elegidos en su mayoría por el simple sorteo y el destierro, que ellos llamaban ostracismo, para el que diera más la lata; hoy diríamos que para el que gastase más en publicidad.
Hace años condedieron el Ig Nobel de Gestión al matemático y estadístico investigador Alessandro Pluchino y sus colaboradores de la Universidad de Catania (Sicilia) por demostrar que ascender a trabajadores en cualquier organización al azar es el método más eficiente para mejorar los beneficios de una empresa. Esto es, que si la determinación de quién manda en empresas e instituciones la hiciese una lotería, a todos nos iría mejor.
Una demostración interesante, pero con poco futuro, me temo, ya que los poderes son todo menos eso. El poder está lleno de paranoicos, codiciosos e hijos de p. (de papá, so mal pensados), y que este procedimiento se llegara a generalizar sería para ellos (es curioso), poco democrático. Seguro que alegarían sus miedos y fobias y el peligro que sufrirían sus dineros y sus preciosas relaciones físicas y sociales: familiares, amiguetes y grupos de presión. Sólo hay que repasar la lista de dirigentes del siglo XX para comprobar cómo abundan los paranoicos (narcisistas o con manía persecutoria más o menos genocida), los codiciosos, parientes más o menos consaguíneos y los despreocupados de los demás en mayor porcentaje que entre la gente normal. En los cuadros dirigentes lo normal es la elección a dedo en el 95% de los casos. Y el famoso sociólogo Pierre Bourdieu dice más o menos lo mismo.
Pero Pluchino y sus colaboradores insisten y han ido incluso más allá: piensan, en estos tiempos que ya se van acercando a la Navidad, que la loteria es todo lo que le falta a la democracia para definirse como tal en New Strategies for Democratic Development.
Pero Pluchino y sus colaboradores insisten y han ido incluso más allá: piensan, en estos tiempos que ya se van acercando a la Navidad, que la loteria es todo lo que le falta a la democracia para definirse como tal en New Strategies for Democratic Development.
Prefiero que me gobierne un grupo variopinto de mendigos tan "populista" como la madre Teresa a un aprovechado salido de un partido político tan pagado de sí mismo que lo primero que hace es subirse el sueldo. Aunque se echasen a temblar los que más tienen, ya que es estadísticamente más probable que le tocase gobernar a un pobre que a un pudiente. Pareto y Schumpeter pueden irse a tomar por retambufa.
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