“A la ley no le interesa nada que haya en la polis una clase que goce de particular felicidad, sino que se esfuerza porque ello le suceda a la polis entera y por eso introduce armonía entre los ciudadanos por medio de la persuasión o de la fuerza… La polis en que estén menos ansiosos por ser gobernantes quienes hayan de serlo, ésa ha de ser forzosamente la que viva mejor y con menos disensiones que ninguna; y la que tenga otra clase de gobernantes, de modo distinto (…) Una vida mejor que la del gobernante, es posible que llegues a tener una polis bien gobernada, pues esta será la única en que manden los verdaderos ricos, que no lo son en oro, sino en lo que hay que poseer en abundancia para ser feliz: una vida buena y juiciosa. Pero donde los mendigos y hambrientos de bienes personales los que van a la política creyendo que es de ahí de donde hay que sacar así riquezas, allí no ocurrirá así. Porque, cuando el mando se convierte en objeto de luchas, esa misma guerra domestica e intestina los pierde tanto a ellos como al resto de la polis”.
La república. Libro VII. Platón. Editorial Gredos. Pág 322. Madrid.
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