De Jesús M. Landart, máster Filosofía & Filosofía de la ciencia, UNED
¿Cuándo es sólido un argumento?
A es un buen argumento en relación con el problema P si y sólo si A satisface las presunciones de comprensión, verdad y valor con respecto a P. Ahora bien, los buenos argumentos, al menos los que se mueven en el plano del discurso teórico o intelectual, son instrumentos de conocimiento y como tales también deben contar con ciertas virtudes epistémicas.
Virtudes epistémicas notables son, en todo caso, la coherencia interna y la externa (por ejemplo, con respecto a otros conocimientos conexos con el tema planteado). Otras virtudes más o menos relevantes según los casos son la contrastabilidad empírica, el poder explicativo, el poder prospectivo.
Respecto a las tres condiciones mencionadas al principio para que un argumento sea un buen argumento:
(i) comprensión -es decir, mediante la satisfacción de pruebas de traducción, paráfrasis, etc., del sentido de las aserciones-;
(ii) verdad, bien en el sentido de su coherencia interna y su congruencia externa -con los conocimientos disponibles al respecto-, o también en el sentido de su contrastabilidad empírica si la cuestión lo pidiere;
(iii) la dimensión de valor -e. g. a partir de señales o datos sobre su significación y sobre su pertinencia, procedentes de noticias históricas, científicas, etc.-.
Un argumento es formalmente correcto si el nexo que vincula sus premisas a su conclusión consiste en una relación de con secuencia lógica reconocida o reconocible, es decir, convalidable.
Un argumento es materialmente correcto si el nexo que vincula sus premisas a su conclusión, aunque no consista en una relación de consecuencia lógica, se atiene a los criterios metodológicos de adecuación inferencial que sean aplicables en su caso, según se trate de una implicación analítica, una inducción, una abducción, un razonamiento por defecto, un razonamiento práctico, etc.
Y finalmente: un argumento se considera sólido si, además de ser correcto formal o materialmente, sus premisas se saben verdaderas o están suficientemente acreditadas.
Al argumento que es sólido, formalmente correcto y lógicamente válido, podemos llamarlo concluyente, de modo que toda demostración propiamente dicha sería una prueba deductiva concluyentes. La solidez es una condición necesaria -a veces considerada incluso suficiente- del buen argumento.
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