domingo, 5 de octubre de 2025

Junot Díaz, dossier

  I

Junot Díaz, escritor: “A la gente le gusta odiar a los migrantes, pero lo difícil es enfrentarse al poder”, en El País, por Sergio C. Fanjul, Córdoba - 04 OCT 2025:

El escritor, premio Pulitzer en 2008, visita el festival Cosmopoética, en Córdoba, tras varios años sin publicar y poco antes de entregar su nueva novela, que mezcla ciencia ficción con pobreza

―¿Perdonen, son ustedes miembros de la banda de Leiva?

Resulta que el célebre roquero toca esa misma noche en Córdoba y se hospeda en ese mismo hotel. Al escritor Junot Díaz (Santo Domingo, 56 años) hay quien le confunde con una estrella de rock, aunque no tenga pinta. La que sí tiene pinta, y también pulula por los pasillos, es Mariana Enriquez, ropa negra, melena canosa, otra ilustre participante en el festival Cosmopoética, que termina este sábado.

Pero lo que el audaz fan de Leiva ignora es que se encuentra ante todo un premio Pulitzer, el que Díaz ganó en 2008 por la novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Random House). “¡Lo gané como a quien le toca la lotería!”, dice el autor, aunque esa hibridez del idioma, ese spanglish, ese descaro, ese humor que también muestra en persona, seguro que colaboraron. “Un amigo mío dice que el mayor idioma del mundo es el ‘inglés mal hablado’. Pero yo digo que es, en general, cualquier idioma mal hablado”, apunta el escritor.

—Pero, entonces, ¿cuál es su idioma?

—¡Es que no lo sé!

Díaz, menudo y explosivo, tiene el español “bien jodido”, dice con ímpetu caribeño (aunque, la verdad, tampoco es para tanto). Emigró a Nueva York desde la República Dominicana a los seis años porque su padre era partidario del dictador Rafael Leónidas Trujillo y se convirtió en un claro objetivo en la guerra civil que siguió a la dictadura. “Pero mientras que mis hermanos aprendían bien el inglés, yo ni papa”, cuenta. Díaz nunca se ha apañado con los idiomas: aunque vive en inglés (enseña en el MIT de Massachussets, escribe en la revista The New Yorker y en The New York Times), tras cada conversación repasa mentalmente si se ha expresado correctamente. La inseguridad no cesa. En ambientes latinos se le pide que hable mejor español, y en los anglófonos, lo equivalente: “Bueno, ya he aprendido a estar cómodo siendo incómodo”, zanja.

Total, que lo de ser escritor nunca ha sido el camino más obvio. “Pero creo que es posible tener talento en algo en lo que no tienes native hability [habilidad natural]. Yo pude perseguir la oportunidad en un campo en el que me encuentro muchos desafíos. Escribo poco, quiero evitarlo, pero es algo que te llama: al final tienes que ponerte. Bro [hermano], lo mío es hacer un libro cada 15 años”, dice.

Junot Díaz lleva sin publicar largo tiempo: lo último fue el libro infantil Lola (Beascoa), en 2018, y antes la colección de relatos Así es como la pierdes (Random House), en 2012. Pero, curiosamente, le siguen llamando para eventos literarios. Como escritor sin novedad visitó en junio la Feria del Libro de Madrid, dedicada a la ciudad de Nueva York, y ahora ha sido requerido en el festival Cosmopoética, en Córdoba, que invitó a este diario y que este año estrena la dirección artística de Azahara Palomeque, escritora cordobesa que regresa precisamente después de un largo periplo vital por Estados Unidos. No tener que hablar de la novedad, no tener que “vender el libro”, le permite a Díaz meterse en otros aspectos más interesantes, a su juicio, de la literatura.

Eso sí, en unas semanas el escritor entregará a la editorial la que será su próxima novela, de la que ya ha publicado algunos capítulos en la plataforma Substack. “Casi está hecha”, dice, “es como ciencia ficción, fantasy [fantasía], nerd [friki], muy muy nerd”, dice. Trata sobre un joven que descubre sus poderes sobrenaturales, una trama clásica del género, pero con la particularidad de que crece en un barrio pobre. “Harry Potter es un huérfano, pero en sus historias no brega mucho con esa cuestión, con lo que significa ser pobre o ser huérfano”, dice Díaz. Colgar el texto en Internet le enfrentó por primera vez con los comentarios directos del público, que le hicieron corregir el rumbo de la narración. “Había un personaje muy querido por los lectores, que a mí no me interesaba tanto, y mis amigos me dijeron: no lo mates, ni se te ocurra matarlo”, cuenta divertido. “Aprendo ahí mucho como escritor”.

“Bajo la trama de mi nueva novela está la crueldad de la sociedad”, añade. Una crueldad hoy rampante que el escritor achaca, entre otras cosas, a la irrupción de las redes sociales: “Son importantes los límites que la comunidad pone a la crueldad. Y ahora no hay límites, porque los teléfonos celulares nos impulsan a ser más crueles. Sin límites”. Gracias a ese enfrentamiento que producen las redes, las élites, más poderosas que nunca, pueden dormir bien: “No tienen miedo, nos tienen tan desorganizados... No digo que sea una gran fucking conspiracy [jodida conspiración] en la que ellos sean como The Wizard of Oz [El mago de Oz], es más bien indirecto, pero yo sé que no se sienten threatened [amenazados]”.

La migración que nunca termina

En la sesión inaugural de Cosmopoética, Díaz charló con la puertorriqueña Mayra Santos-Febres, a quien, curiosamente, conoció en la Universidad de Cornell, cuando ambos eran estudiantes y “superactivistas”. Charlaron de literatura, de la naturaleza caribeña y, por supuesto, de la condición de migrante, esa que nunca se disuelve, por muchos años que pasen. “Nunca en la historia del capitalismo hemos tenido esta desigualdad, nunca hemos tenido ricos con tanto poder y con tanta impunidad (¿se dice así?). ¿Y estas élites tan horribles nos hacen creer que el problema son los migrantes? A otro perro con ese hueso, eso es una manipulación full [completa]. Pero a la gente le gusta odiar a los migrantes, es una cosa bien fácil, lo difícil es enfrentarse a quien tiene el poder”, opina Díaz.

La mayoría de los amigos de Díaz que tienen acento extranjero ya andan siempre con el pasaporte encima, “por si les cae encima el ICE [el servicio de inmigración]”. Un conocido con “problemas con sus papeles” ha dejado el trabajo y nunca anda por las calles principales para ir a la compra. “Tiene miedo de que le caigan encima y le manden a Sudán: ese pobre señor se está volviendo loco”, cuenta el autor. Otros pasaron en su día de regularizar su situación, llevan 30 años viviendo en Estados Unidos, y ahora les pueden mandar de vuelta a la República Dominicana. “No están preparados para eso y ya no hay chance [oportunidad]”.

En La maravillosa vida breve de Óscar Wao se hace una descripción muy graciosa del dictador Trujillo, narcisista y ridículo, que podría asimilarse a los hombres fuertes de la actualidad, como Trump o Putin. “La risa política ayuda mucho a los autocrats [autócratas]. Son pocas de esas figuras las que vienen vestidas en sombras, muchas de ellas son ridículas, y eso les ayuda a acercarse, a que el pueblo no les vea como una amenaza, hasta que ya están clavados en la sociedad". ¿Deberíamos dejar de reírnos? “Sí, mientras nosotros nos reímos ellos nos comen full, como un monstruo que nos muerde la pierna. Son peligrosos, tenemos que darnos cuenta de que lo demónico no siempre va a ser como Sauron o Darth Vader. La crueldad no siempre anda con dientes”.

En 2018 Junot Díaz publicó en The New Yorker un artículo donde relataba que había sido víctima de abusos sexuales en su niñez. El texto tuvo un inopinado efecto: una autora le acusó de haberla forzado a besarla y otras le acusaron de comentarios misóginos en sus cursos. Después del consiguiente escándalo y de investigaciones como las del premio Pulitzer, el MIT o el periodista Ben Smith, que lo eximieron, Díaz conservó su estatus, aunque desde otros lugares se protestase contra esas investigaciones. ¿Qué queda de todo aquello? “Yo ahora soy como dos personas. Una continúa con su vida integrada, trabajando en el MIT, publicando en The New Yorker, con sus reseñas literarias en The New York Times. Pero en internet todavía hay gente diciendo que soy un hombre malo. Estamos en un momento en el que la mentira viaja en primera clase. Sin aquel periodista, yo estaría frito”.

II

Junot Díaz: “Yo me saqué un cuchillo y me clavaron otro”, en El País, Laura Fernández, Avilés - 17 JUL 2021:

El Premio Pulitzer reaparece en Avilés después de tres años de silencio tras las acusaciones de acoso sexual. “La rehabilitación no es posible en el mundo de hoy”, afirma.

Cuando en abril de 2018, Junot Díaz (Santo Domingo, 52 años), Premio Pulitzer por La maravillosa vida breve de Oscar Wao, contó en un artículo que había sido violado a los ocho años, se armó un revuelo tremendo. A los pocos días, una exalumna suya, Zinzi Clemmons, le acusó de haberla forzado a besarlo en una ocasión. El escritor admitió haber hecho su confesión precisamente “animado” por el movimiento feminista y se prestó, en público, a hablar del tema, y de las actitudes “misóginas” que le reprocharon escritoras con las que se había cruzado a lo largo de su carrera. También dimitió como presidente del Premio Pulitzer, y accedió a que se le investigara. “Yo acababa de sacarme un cuchillo y me estaban clavando otro”, dice, “pero lo importante era que yo me había sacado aquel cuchillo, que llevaba matándome desde niño”. Las dos investigaciones que se pusieron en marcha, la del Pulitzer y la del Massachusetts Institute of Technology, donde Díaz aún trabaja, concluyeron que no había pruebas suficientes que probaran los hechos que contó Clemmons.

“La rehabilitación no es posible en el mundo de hoy. Es decir, la ferocidad con la que se me ha acusado no va a ser reparada porque, de alguna forma, se busca la culpa. Ha habido periodistas que se han acercado a mí, y sé que han hablado con todas las partes, pero nunca han publicado nada porque lo que se encontraron no era lo que esperaban. Eso sí, me han pedido que vuelva a escribir en su diario, que supongo que es su manera de decirme que no era culpable”, dice. Se refiere a The New York Times, donde publicó en febrero. “Pero no me preocupa. Me gusta esa idea de frontera. En el fondo, como emigrante, es donde vives siempre. Estás acostumbrado a no ser aceptado, o a no serlo del todo. Joe Biden ha sido acusado públicamente de cosas mucho peores, y es presidente de Estados Unidos. Al final, es una cuestión de raza, y de cultura. No sé qué impacto tendrá en mí como escritor todo esto, pero estoy preparado para cualquier cosa”, añade.

“La ferocidad con la que se me ha acusado no va a ser reparada porque, de alguna forma, se busca la culpa”, afirma después de que dos investigaciones le exoneraran.

Díaz está en Avilés, tomándose un café. Desde que ocurrió lo que ocurrió, no acostumbra a dejarse ver. O tal vez es que no hay festivales que se atrevan a invitarle. El Celsius 232, el festival de ciencia ficción y fantasía que se celebra estos días en la localidad asturiana, lo ha hecho. Como nerd, admite, se siente como en casa. “Escribí Oscar Wao en un momento en que la cultura del nerd aún no había sido descubierta por el capitalismo. Como una forma de reivindicación. La ciencia ficción me ha explicado el mundo. Desde el principio. Pero durante años viví en una especie de armario al respecto. Fingía que podía boxear, como mi padre, pero lo único que quería era jugar a juegos de rol. Aún sigo jugando. De hecho, es lo que más me gusta hacer. Admiro a esos escritores que no pueden evitar escribir. Yo tengo que forzarme a hacerlo”, confiesa. Lo último que publicó, Así es como la pierdes, es de 2012.

Se estrenó con Los boys, en 1996, una antología de relatos sobre tensas experiencias de emigrantes dominicanos en Estados Unidos que tienen mucho de autobiográfico pero no exactamente lo que parece. “Yo me escondo cuando escribo. Me oculto a simple vista. Mis hermanos me preguntan, ¿pero quién es toda esa gente? No saben que hablo de nosotros a través de otros”, cuenta. En el apartamento de dos habitaciones donde vivía con 11 personas de niño empezó a apartarse del mundo para observarlo. La familia se mudó a Estados Unidos cuando él tenía seis años, a vivir con su padre, exmilitar a las órdenes de la dictadura de Trujillo, que tenía un trabajo allí, pero que los abandonó al poco de llegar. “Me hice escritor para entender a mi padre”, asegura.

“Vivimos hoy una distopía a distintos niveles. La pandemia es el más evidente. Pero lo peor es la precariedad. La vulnerabilidad”, asegura.

Empezó a verlo como un personaje que no tenía otro remedio que ser así. Y a su madre también. Y lo mismo con sus hermanos. “Cuando llegué a Nueva York en 1974 ni siquiera había visto una fotografía de Estados Unidos. Iba a instalarme en otro planeta. Y era un planeta que no me quería. Yo vivía dentro de una novela de ciencia ficción. Para mí, el aeropuerto era el armario del clásico de C. S. Lewis”, dice. Es decir, algo que cruzas para llegar a un reino de fantasía. La máquina del tiempo, de H. G. Wells “es un manual de instrucciones para emigrantes”, dice también. Le gusta la idea de estar escribiendo para el futuro. Para alguien que ni siquiera imagina, pero al que puede echar una mano. “Tolkien no podía imaginar a nadie como yo mientras escribía y, sin embargo, me salvó la vida”, asegura. ¿Que qué está escribiendo desde hace casi una década? “Una novela de ciencia ficción”, contesta. ¿El protagonista? “Un marciano caribeño”.

Pero no uno cualquiera. Uno con superpoderes. El villano, Estados Unidos. El de hoy, y, dice, “el de siempre”. “Siempre ha sido una dictadura oculta, la de Estados Unidos”, sentencia. “Vivimos hoy una distopía a distintos niveles. La pandemia es la más evidente. Pero lo peor es la precariedad. La vulnerabilidad. Lo que viví con las acusaciones fue el segundo round de un ataque que verdaderamente me destruyó. No sé dónde estaría sin mi terapeuta. Cuando manifesté mi opinión contraria al régimen dominicano recibí miles de amenazas de muerte. Decían que iban a descuartizar a mi familia. Sabían dónde vivía cada uno. Y nadie movió un dedo. Ni siquiera mis amigos”, considera. ¿Quiere eso decir que no importa los premios que tenga, tal vez no vuelva a publicar? “No. Aunque estoy en otro lugar. Y es uno más libre. Más parecido al que tenía cuando empecé”, responde.

Su último libro es de 2012 y, aunque prepara una novela, no tiene claro si volverá a publicar

“La vida es corta y es superferoz. Y la injusticia es la norma. Pero los hechos son los hechos. Y tengo suerte. Como profesor universitario soy un privilegiado. Cuando alguien dice algo de mí, antes tiene que comprobarse que es cierto. Tengo amigos que lo han perdido todo por firmar una carta de apoyo a la causa palestina. Yo podría firmarla y no perder mi trabajo”, insiste.

Sabe a ciencia cierta que en el comité del Pulitzer había quien le quería fuera. “Porque en ocasiones he sido crítico”, dice. “Pero no lo consiguieron”, añade. Ya ha alcanzado la página 500 de su novela sobre el marciano caribeño, pero aún queda, porque “tendrá alrededor de 800”.

III

El escritor Junot Díaz confiesa su infierno: “Fui violado a los ocho años”. En El País, Efe, Madrid - 11 ABR 2018:

El ganador de un Pulitzer narra en 'The New Yorker' su historia de vergüenza, miedo y rabia

"Sí, me ocurrió. Tenía ocho años cuando fui violado. Por una persona adulta en la que confiaba. Después de violarme, me dijo que tenía que volver al día siguiente porque si no 'iba a tener problemas'. Y, porque estaba confuso y aterrorizado, volví y volví a ser violado. Nunca le dije a nadie lo que pasó, pero ahora te lo estoy contando a ti". Así relata el escritor estadounidense Junot Díaz (Santo Domingo, 1968) el drama que "partió su vida en dos" en una carta abierta en The New Yorker.

El emisario a quien empieza a contárselo es un lector que un día se acercó a que le firmara un libro en un acto promocional en Massachusetts y le preguntó si los abusos que aparecían en sus relatos se basaban en su experiencia personal. Nunca le contestó. Hasta ahora. 

"EE UU tiene pesadillas en español"

El autor de Drown  cuenta en este artículo su infierno desde entonces, su vida en la vergüenza y el silencio, los problemas que tuvo en el colegio, en el instituto, en las relaciones con mujeres con las que no quería acostarse y que terminaban por dejarlo. "Puedo decir, verdaderamente, que casi me destruyó (...). Jodió mi niñez. Jodió mi adolescencia. Me jodió la vida entera. Más que ser un dominicano, más que ser un inmigrante, más incluso que ser descendiente de africanos, mi violación me definía. Empleé más energía huyendo de ella que viviendo. Estaba confuso acerca de por qué no me defendí, por qué tuve una erección mientras era violado, qué había hecho para merecerlo".

A los 11 años sufría depresión y rabia incontrolada; a los 12 no se miraba al espejo nunca; a los 14 se ponía la pistola de su padre en la cabeza. Años después intentó suicidarse dos veces, una de ellas con las pastillas contra el cáncer de su hermano, un día antes de ser aceptado en una universidad y conseguir, con un cambio radical, salir adelante. Pero el infierno seguía ahí. Nunca pidió ayuda y por las noches era todavía peor. "Intentaba olvidar, pero nunca olvidaba", comenta. 

Solo cuando pidió ayuda y acudió a una psicoterapeuta, empezó a salir adelante y consiguió contárselo a su pareja y a sus amigos. Ahora, tras esta confesión, dice que siente como si tuviera una segunda oportunidad en la vida.

Junot Díaz tenía siete años cuando su familia emigró a una zona particularmente deprimida del cinturón industrial de Nueva Jersey. Durante su infancia vivió el trauma de tener que cambiar de lengua, algo que siempre ha contado, pero el verdadero trauma estaba en otro lugar. Pobre, apremiado por una difícil situación familiar, Díaz buscó refugio en la literatura. Publicado cuando su autor tenía 28 años, su primer libro, un delgado volumen de relatos titulado Drown (1996). Con el segundo, La maravillosa vida breve de Oscar Wao, publicado 11 años después, ganó el Pulitzer.

IV

Un lenguaje nuevo, en El País, por Nuria Barrios, 7 JUN 2008:

La maravillosa vida breve de Óscar Wao empezó con un fracaso, una noche de juerga en México DF, unas cuantas copas y un libro de Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto. Lo de menos fue el título. Lo de más, el acento dominicano a la hora de pronunciar en inglés Oscar Wilde. Junot Díaz, que se encontraba de rumba con unos amigos, dijo: Óscar Wao. Exactamente así: Óscar Wao. Y todos se rieron y siguieron charlando y bebiendo y luego se hizo de madrugada y el día les pilló en otra parte y diciendo otras palabras. Pero en la cabeza de Junot Díaz seguía resonando Óscar Wao. Óscar Wao. Óscar Wao. Como un mantra incoherente, pero esencial, aunque Díaz aún desconocía que la importancia de llamarse Óscar Wao era tal que le llevaría al Premio Pulitzer siete años después.

La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Junot Díaz, Traducción de Achy Obejas. Mondadori. Barcelona, 2008, 336 páginas. 22,90 euros

Por entonces, Díaz estaba empeñado en quitarse de encima la losa del impresionante éxito que había alcanzado con su primer libro, Drown, publicado en España como Los boys (Mondadori, 1996). Esta excelente colección de relatos lo había convertido, de la noche a la mañana, de anónimo integrante de la comunidad dominicano-norteamericana a ser uno de los 20 mejores escritores de ficción contemporánea, según declaró The New York Times. Aquel libro había revelado a un autor con fuerza, lirismo y, sobre todo, con un lenguaje único donde el inglés da paso al español, Santo Domingo a Nueva Jersey y el Caribe al Tío Sam. Pero el éxito puede ser paralizante y Junot Díaz llevaba un par de años embarcado en una novela y atenazado por el vértigo cuando dijo "Óscar Wao". Aquella noche en México, echado en la cama, tuvo la visión de un chaval muy negro, muy gordo, inteligente y jodido. Un tipo nacido en Nueva Jersey, apasionado por los cómics y la literatura fantástica, obsesionado con las chicas, pero incapaz de seducir a ninguna. Un individuo fantasioso y torpe que sueña con ser el Tolkien dominicano y que sufre porque no encaja en su comunidad ni en su cultura. Díaz abandonó la novela que tenía entre manos y empezó a escribir La maravillosa vida breve de Óscar Wao.

La novela se abre con una cita de Los Cuatro Fantásticos. Sigue con Derek Walcott: "Tengo algo de holandés, negro e inglés, / así que no soy nadie, o soy una nación". Y continúa con el fukú, "la Maldición y Condena del Nuevo Mundo", también denominado Fukus Americanus, The Great American Doom (fuck you) o el fukú del Almirante, porque el Almirante, cuyo nombre no debe ser pronunciado para evitar la maldición, desencadenó el fukú en el mundo. Éstas son las bases por donde discurrirá La maravillosa vida breve de Óscar Wao: la unión de historia y ciencia-ficción -"¿qué puede ser más ciencia-ficción que Santo Domingo? ¿Qué más fantasía que las Antillas?"-, la mezcla de nacionalidades que hace imposible la idea de nación y la maldición que recorre la historia de la República Dominicana y que persigue a la familia de Óscar en forma de cárcel, torturas y, sobre todo, trágicos amores.

Para narrar la vida de Óscar de León, rebautizado irónicamente por un amigo como Óscar Wao, Junot Díaz relata la historia de su familia y de su país. Presente y pasado discurren paralelos en la novela a través de las extensas notas a pie de página sobre Rafael Leónidas Trujillo, "Nuestro Dictador de Una Vez y Para Siempre", que gobernó la República Dominicana entre 1930 y 1961. La violenta figura del dictador se proyecta así gráficamente en la página como la sombra del texto de ficción. Como Óscar ha nacido en Estados Unidos, su país son dos países y las notas, por tanto, enlazan el Caribe con la ciencia-ficción anglosajona. Así, la República Dominicana es descrita como el Mordor de Trujillo y éste, como Sauron. "Su Ojo estaba en todas partes; tenía una Policía Secreta que dejaba chiquita a la Stasi y vigilaba a todo el mundo, incluso a los que vivían en los States". De esta forma tan llamativa como heterodoxa, Díaz intenta librarse del halo novelesco del dictador al que han sucumbido otros escritores, como Vargas Llosa.

El destino de Óscar, que jamás conoció a Trujillo, está marcado por la crueldad de su régimen. Las historias de su hermana, de su madre y de su abuelo -relatos con distintos protagonistas y en distintas épocas- van encendiendo los focos que iluminan la maldición. Óscar intenta escapar del fukú a través de sus dos obsesiones: la literatura fantástica y las mujeres. Lucha, con idéntico empeño, por publicar y por no convertirse en el único varón dominicano de la historia que morirá virgen. El fatalismo que determina el carácter tragicómico de su vida es compensado por una prosa vertiginosa donde se unen géneros literarios; la ficción y la realidad; diferentes puntos de vista, saltos en el tiempo y, sobre todo, un lenguaje único que combina con una naturalidad pasmosa el inglés y el español.

El lenguaje es, sin duda, la herramienta más poderosa y distintiva de Junot Díaz. No es meramente el idioma de un autor de origen hispano que escribe en inglés, intercalando ocasionalmente palabras y expresiones en español. Es mucho más: es un lenguaje nuevo que expresa una forma de vida nueva. Si Estados Unidos es la zona cero de la lucha entre el inglés y el español, Junot Díaz abre una ventana a un mundo ajeno a la confrontación, donde anglosajones e hispanos han creado algo vivo y distinto. El escritor, un claro omnívoro intelectual y lingüístico, se ha convertido en portavoz literario de una realidad emergente y llena de posibilidades desconocidas. Por eso, probablemente, le han concedido el Pulitzer y el National Book Critics Circle.

La maravillosa vida breve de Óscar Wao tiene algunos problemas: la dificultad de la estructura narrativa; la excesiva extensión de las notas; el papel del narrador principal, Yunior, aparente álter ego de Junot Díaz, que ya aparecía en Los boys... Pero la novela se enfrenta, sobre todo, al escollo de la traducción. ¿Cómo transmitir el juego, la sorpresa y la verdad de un idioma donde es posible decir "Then you will be mi negra bella"? -

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