lunes, 15 de enero de 2007

Roy Batty muere

¿Qué justifica nuestra estancia en este mundo quizá único? Óscar Wilde, creo, afirmaba que los placeres simples son el último refugio del hombre complicado. No sé si seré complicado, pero sé que escuchar el viento entre las hojas de un árbol o una fronda me relaja y podría estar escuchándolo durante horas; igualmente el canto de un solo pájaro, no un canto melódico, sino una mera nota como para decir "estoy aquí". Esos sonidos no tienen nada que decir a nadie, y quizá por eso lo dicen todo. Son tan básicos como los cuatro elementos, como un vaso de agua para quien tiene sed, como un poco de fuego para quien tiene frío, como un poco de aire para que el que le falta resuello, como una superficie de tierra para el que quiere echarse y descansar.

Otros placeres son también enormes, pero algo más elaborados: tomarse un café con churros o unas migas de pastor, disfrutar de una buena conversación, un buen libro, una buena película. Algunas piezas musicales tienen la propiedad de darme escalofríos en el cogote, siempre en determinados pasajes, no sé por qué. Hay también rincones benditos en la infancia, lugares perdidos que uno no quiere profanar con el regreso: una calle en Jaén, un arroyo, unas afueras en los contornos. Y determinados sueños que no se apagan nunca y que uno recuerda mejor que cosas más realmente vividas. Personas que la imaginación, ese telar de arena, no logra borrar nunca; personas que es grato recordar.

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