martes, 23 de enero de 2007

Siembra de vientos

Los sucesos racistas de Alcorcón eran previsibles; lo era también la segunda Guerra Mundial, y ahora mismo lo es el cambio climático, cuyas tempestades empezamos a recoger hoy. La causa es siempre la misma, la falta de previsión. El desinterés por la enseñanza, la incuria en la formación moral de la juventud, el pan para hoy y el hambre para mañana, el dinero fácil y ante toda cosa, el abandono de los valores morales de siempre a cambio de los valores que se hace uno mismo, la desconexión del yo respecto a sus semejantes y a la naturaleza. El capitalismo es lo que tiene: su defecto es que produce no sólo demasiada basura material, sino personas y actitudes que en sí mismas son basura.

Dejemos que la juventud se eduque a ella misma, así podremos vender a esa basura sin sentido crítico ni memoria la basura que fabricamos nosotros y se acumula en nuestros stocks porque no la podemos vender. Vendamos libros de tema actual: así podremos vender más fácilmente y podremos tirar esos clásicos que nadie entiende y tan difíciles son de vender. Hagamos política de mayorías: así tendremos siempre el gobierno asegurado y podremos evitar que la inteligencia minoritaria resuelva los problemas mayoritarios.

Digámoslo claramente: los problemas políticos no se pueden solucionar con políticos que provienen casi todos del litigioso campo del derecho o de la economía, sino con antropólogos. En griego político significa ciudadano, pero no resulta raro oír a un político decir "hay que concienciar a los ciudadanos". ¡La conciencia debe ser un tremendo defecto, ya que es algo que siempre se busca o encuentra en los demás! Cualquier actitud positiva y ética, cualquier actitud que sirve y ayuda a resolver un problema, se reduce a dar ejemplo y no quejarse, a ayudar y no a espantarse de que nadie ayude, a sacrificarse y no pedir que otros se inmolen. Cristo, con su sacrificio y su abrazo interminable al universo clavado en una cruz, debía saber algo de eso.

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