Son ya veinte años investigando lo que nadie ha querido investigar: las raíces del pensamiento liberal en la provincia de Ciudad Real. Gente humilde, pero con ideas que ligan la ambición a la generodidad con la idea de hombre. He descubierto las raíces del pensamiento progresista en La Mancha, sistemáticamente ignoradas por quienes han tomado siempre la palabra en voz alta, cantando siempre las alabanzas de las figuras sobresalientes; hay algo sospechoso y moralmente reprensible en ese frenesí por decir siempre las mismas cosas de las figuras descollantes y arrimarse a los "buenos"; aborrecedor como pretendo ser de cualquier manifiestación aparatosa de orgullo, me he fijado por el contrario en las figuras humildes que han luchado siempre por hacer de su tierra algo mejor y han perdido. He documentado la antigüedad de esa tradición, que arranca de Alfonso X, el Arcipreste de Hita y los comuneros; ya en el Lazarillo aparece como derrotada. He investigado a sus figuras más injustamente olvidadas. No sólo he mirado eso; también he investigado la poesía y la literatura manchega en general y he llegado a atisbar sus rasgos generales de identidad. Veinte años de investigaciones; estoy cansado. He gastado mi entusiasmo, mi dinero, mi tiempo, mi vida. Da igual: no he obtenido fruto, ni siquiera el agradecimiento de nadie. Es curioso que a los socialistas no les interesen nada, ni siquiera un poco, sus antepasados; seguramente porque si se miraran en ese espejo tendrían que hacerse el harakiri de pura vergüenza. No tienen memoria a largo plazo, como la gente desagradecida, porque les mueve el interés político más que la verdad en sí misma. Todo su esfuerzo consiste en empobrecer la realidad para hacerla más manejable, màs a la medida de sus mediocres espíritus.
La consecuencia de mis investigaciones es un día quizá agradable, sin prensa, sin nadie más que unos pocos amigos y conocidos que están unidos a uno por lazos indisolubles del destino. Pero las personas que he investigado, sacrificadas por el bien general, no tienen el nombre de una calle, ni sus obras se editarán completamente, a pesar de mis esfuerzos. No serán oídas ni recordadas. No todo se ha perdido, sin embargo: Juan Calderón ya está acreditado gracias también al Ayuntamiento de Alcázar de San Juan. Félix Mejía debería estarlo también, pero es unfa figura demasiado grande; yo ya estoy cansado y me da igual. Si se me apareciera su espectro de madrugada me volvería del otro lado y le diría que me dejase dormir. Hay tres libros míos a punto de salir; me la repanfinflan. Tengo ocho libros y una ristra de veinte artículos que escribir. Pues a la mierda. No quiero morirme todavía porque mis hijas y mi mujer me necesitan, pero estoy de sobra en este grotesco y asqueroso mundo. Ojalá no vuelva a nacer. Ojalá no exista nada más. Ojalá no haya que esperar de nuevo ese estúpido espectáculo que proyecta sobre la pantalla del planeta el sol.
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