lunes, 24 de marzo de 2008
Problemas de una imaginación calenturienta
La gente no sabe lo duro y grotesco que supone el ser un soñador, y andar todo el día rumiando las cosas como un camello en el desierto. Pondré algún ejemplo de los tormentos que reporta el poseer una imaginación calenturienta. Sueño que estoy en una piscina y que no me he llevado zapatillas "no te olvides la toalla / cuando vayas a la playa / uuh, tarará...". Tras una serie de baños placenteros, descubro con horror que alguien, seguramente un alumno rencoroso, me ha robado los zapatos. No cuento es resto, porque es demasiado terrorífico y lamentable; baste decir que podría ser el argumento para un relato de Stephen King. Otro sueño. Me caigo de espaldas contra un bordillo. Eso me deja con el brazo derecho inútil. Me proponen que me lo corte, pero yo quiero conservar el brazo, aunque sea colgante, como un recuerdo. El no poder usar el brazo derecho supone recargar el izquierdo y por tanto el hemisferio derecho del cerebro; eso me provoca problemas de coordinación al hablar y me vuelvo medio tartamudo. Como ya casi nadie me entiende, me vuelvo solitario y huraño. También mi apariencia exterior es peor, porque eso de peinarse y abotonarse los botones con la mano izquierda, y tener un brazo que cuelga y a menudo le toca los cojones a la gente y el culo a las señoritas no está bien visto. Todo eso me pone un humor de vinagre. Y mi vida se convierte en un infierno. Otro sueño. Los alumnos dominicanos suspendidos que tengo en el instituto deciden hacer un pacto con la bakáa, un espectro maligno del vudú antillano; cuando voy al instituto empiezo a hacer cosas raras y las puertas me conducen a sitios que no conozco... Paro aquí. La moraleja de esta historia es: al conrario de lo que se suele creer, no es agradable ni fácil ser escritor: la cabeza no para de darte vueltas como un bombo de la lotería nacional, discurriendo imbecilidades como las que acabo de referir, y la imaginación no para de hacerse preguntas que sólo te llevan a laberintos de los que la salida es otro laberinto, y así sucesivamente.
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