martes, 4 de marzo de 2008

Mentiras para hoy y verdades a medias para mañana.

Miré el debate a trechos con más interés por la retórica y los estilos que por el significado de las idioteces formuladas. En general ambos estaban muy prefabricados, pero Rajoy parecía más artificial, con niña y todo, que Zapatero. Lo ideal sería un político llamado Zapajoy Llamazares. No me creo lo de los debates porque no existe un estatuto del periodista que permita su independencia profesional, porque los medios de comunicación en España están abusivamente controlados por el PSOE (la Prisa del padrino don Polanconi, por ejemplo) y porque no se conocen las condiciones previas; los medios de comunicación explotan el temor sociológico a gritar y a acusar de un español demasiado molido por las guerras civiles; los partidos desintegran la libertad de pensamiento y la libertad política con las mismas condiciones previas y posteriores que tiene la democracia para permitirle hacer lo que le venga en gana al que resulte elegido aunque incumpla sus promesas y aunque venda a sus financiadores la parte de corrupción que hace funcionar el sistema. Estructural, moral y sociológicamente seguimos viviendo en un fascismo y las cosas no van a cambiar porque los que están arriba no sientan las bases necesarias para que cambie, ni en educación, ni en libertades civiles, ni en nada. Algo ha hecho Zapatero, pero es muy poco.

Por ahí se comenta que se están ocultando datos fundamentales sobre la gran crisis económica que se acerca y ya está aquí: la crisis hipotecaria, el hundimiento de las cajas de ahorros, la escasez de créditos, la hiperinflación, el paro en aumento, la falta de claridad de la burbuja inmobiliaria, la estafa generalizada a Hacienda, el círculo vicioso. Pero los políticos como siempre: mentiras para hoy y verdades a medias para mañana, y usted diga lo que quiera que yo haré lo que me dé la gana. Ni siquiera los sindicatos son una garantía, porque están socavados por toda clase de topos políticos que los han desvirtuado completamente. Y eran la única garantía que teníamos los débiles.

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