martes, 4 de marzo de 2008

Mear sangre

Suelo soñar con que meo sangre. Seguramente es un recuerdo de cuando padecí un cáncer de vejiga o vesical, pues la hematuria es uno de sus síntomas. Uno se ve acongojado por todo tipo de tormentos y cavilaciones incluso en sus sueños, pero a veces cuesta trabajo despertarse cuando uno revive en sus sueños cosas que le han pasado, que son verdad, y que pueden volverle a pasar. Entonces el mundo de los sueños adquiere una insólita veracidad y se vuelve pesadilla, como en Un sueño dentro de un sueño, de Poe. También uno sueña con el fracaso y con cosas más oscuras. Esto es todo un entrenamiento, pues así la realidad nunca le pilla a uno desprevenido cuando se vuelve una pesadilla. La posibilidad de cortar con todo se presenta de vez en cuando, pero resulta un acicate, todavía. Pensar en lo que supondría para los demás es un freno, porque uno conoce, ha conocido, a gente próxima que ha tomado ese tren, y no quiere ser como ellos, aunque tenga sus mismos genes; quiere demasiado a su familia, y su familia le quiere demasiado a él. Uno puede ser feliz, aunque cada día le quede menos tiempo, y, aunque no pueda serlo, le queda el consuelo de ver que ha hecho felices a los demás, o cuando menos bastante felices; eso también es una cierta felicidad. O la felicidad, simplemente, porque es algo humilde, como uno siempre ha pensado que es la verdadera felicidad: una brisa de aire entre las hojas, el ruido del agua o de los pájaros en la copa de un árbol, un pasaje bueno en una buena película, una carcajada oportuna, la risa de un niño, la sensación de volver a la infancia, el olvido, el poder llenar los pulmones de aire frío, el dejar el cuerpo atrás como un saco pesado y molestoLa conciencia de la muerte hace a la vida digna de ser vivida.

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