viernes, 21 de marzo de 2008

Tratadito de Polorcética cotidiana

Para consistir todos los días, que es lo contrario de desistir, hay que saber un poco de poliorcética o arte de fortificarse contra las agresiones del medio ambiente. A ello ayudan unas cuantas máximas que me suelo repetir como mantras cuando la situación se desmelena. Una de las más bonitas es de la Biblia: "Dios quiere que estemos en la aflicción gozosos". Otra, que no es de la Biblia, pero que pone las pilas: "La hora más fría y oscura es siempre la que hay antes del alba". Una de Confucio: "Pues si tus males tienen remedio, ¿por qué preocuparse? Y si no lo tienen ¿para qué te vas a preocupar?". Sobrevivir y bien venido al club. Ataca de los nervios la gente que dice que no sólo es uno el que sufre y padece, y se queda ahí y no sigue hablando más. No se dan cuenta de que esa es un frase incompleta y egoísta, porque suelen decirla cuando uno cuenta sus problemas para justificarse de que no cuenten los propios. Un palmadita y adiós. Esas son las actitudes que enferman y contaminan el ambiente: las palmaditas verbales, el hola y adiós; provocadas por la timidez y el deseo de no contagiarse anímicamente de ese SIDA, el dolor. El hedonismo y el materialismo de esta sociedad publicitaria han vuelto más inhumano el dolor, más pestífero e intratable: todo el mundo lo rehúye. Pero el dolor, o más bien su cura, es lo único que nos hace humanos y lo único que provoca cohesión social verdadera; el dinero y el placer no la provoca. El buen humor ayuda, pero no el malo. Cuando se está en un agujero, lo único que te saca de él e sel optimismo; el pesimismo te hunde más e impide que veas las soluciones. Y contra las usuales paranoias, lo ideal es curarse cambiando de aires, paseando para orear los pensamientos y cambiar las perspectivas y las presiones que uno lleva puestos encima como una invisible y pesada escafandra.
En teoría; luego uno se deprime y todo eso no vale una mierda. A veces, incluso, los falsos valores negativos pueden serte de ayuda: el desprecio puro y simple hacia la estupidez, la asunción de que nada puede hacerse, la puesta en alto de tu salud sobre todas las cosas. El sentido crítico es higiénico: te limpia por dentro e impide que se te pudran los pensamientos y te corrompan el alma. Pero los demás no tienen por qué pagar el desajuste entre los hechos y la idea que te haces de ellos, ni la muerte que, como un enorme agujero, se va zampando tu alma.

Algunos de los factores agresivos: el desorden creciente y acumulativo de trastos, papeles y libros. Otro: la mujer, los hijos, la suegra, benditos sean, aunque mucho te ataquen los nervios; otro: el trabajo pendiente (eso de pendiente fatiga que es una barbaridad: por esa pendiente amenaza precipitarse una avalancha que te va a sepultar), los alumnos, la soledad, la excesiva compañía, los jefecillos, las ya citadas paranoias, el reloj que pasa, las frases repetidas, las estupideces de la tele...

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