viernes, 2 de mayo de 2008

2 de mayo

¿Por qué murieron Daoíz y Velarde? ¿Para devolverle gratis la propiedad de España a quien la había vendido, ese traidor de Fernando VII que no se hartó de colgar y escarnecer a quienes le habían devuelto el trono? ¿O a su padre, ese carpintero cornudo y contento? ¿O a su hijo Carlos María Isidro, ese mierda autor de las primeras guerras civiles que vivimos en España en mucho tiempo? He escuchado las estupideces del rey John Carolo en el 2 de mayo de este quinto año de gobierno de Sagasta; no tengo nada contra él, fuera de lo aburridos que son sus discursos; seguramente España no estaba madura para una democracia más republicana, yo qué sé; lo único que afirmo, con ese gran hispanista británico llamado Ford, es que el pueblo español ha sido siempre muy superior a sus dirigentes. Estos se han aprovechado a fondo de lo poco democráticas que han sido las estructuras de poder en este país, quizá a causa de su enorme heterogeneidad, para medrar a costa siempre del pueblo e imponer todo tipo de medidas contra la libertad de pensamiento y de opinión. El rey debería sentirse muy avergonzado de su podrido y traicionero linaje, y muy orgulloso de gobernar a un pueblo como este, que ha tenido que aguantar las miserias y tonterías de sus antepasados a pie firme. Y todo esto viene a cuenta del pobre "poeta del pueblo" Luis de Tapia, que enloqueció durante la Guerra Civil al ver derrumbarse todo lo que amaba; enloqueció como el propio país había enloquecido, no simuladamente y para librarse del follón, como el cínico Emilio Carrere o el miasmísimo y mefítico Francisco Nieva. Quién le iba a decir que al rey responsable de la matanza del Barranco del Lobo, del desastre de Annual, de los intentos neocoloniales en el norte de África nos iba a venir años después como un cometa elíptico, esta vez, cosa rara, no para traer nuevas desgracias después de levantar penosamente el país, aunque sí más líos. El pobre Tapia se hacía excesivas ilusiones, pues ya Joaquín Maurín, en su libro Los hombres de la dictadura (1930), decía que «la monarquía no era el Rey, sino todo lo que ella encarnaba... La monarquía era una sociedad anónima cuyos accionistas principales eran la Iglesia, el militarismo, las oligarquías financieras, el Banco de España, la aristocracia, los grandes latifundis­tas y los elevados dignatarios de la máquina del Estado. En esta sociedad anónima el monarca sólo desempeñaba las funciones de presidente». El presidente desapareció el 14 de abril de 1931, pero la sociedad anónima no se disolverá. Véase la ilusión que tenía este chaval a sus sesenta añitos, Luis de Tapia, cuando leyó en la Puerta del Sol lo que ya había publicado en el periódico La Libertad, de Madrid, el día 15 de Abril de 1931, en su famosa sección "Coplas del día":

¡SE FUE!

¡Se fue!... ¡Por la carretera
marcha un rey a la frontera!...
¡Un día de primavera
brinda el aire aromas mil!...
¡Se fue, entre finos olores
de los almendros en flores!...
¡Que gran castigo, lectores!...
¡Dejar España en Abril!...

* * * *

¡Se fue!... las lindes floridas
le daban sus despedidas
con su floración triunfal ...
¡Se fue llevando a ambos lados
de su coche a los soldados
esqueléticos de Annual!...

* * * *

¡Se fue!... ¡No es duro el castigo;
del pueblo se hizo enemigo
y le abandonó la grey!...
¡No habrá historia que le absuelva!
¡Que se vaya!... ¡Que no vuelva!...
¡Viva la España sin rey!

* * * *

¡Se fue!... ¡Sobra toda saña!
¡Ya es triste cruzar la España
cuando es flor todo el país!...
¡Cuando en fecundos olores
florecen todas las flores
menos las flores de lis!

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