domingo, 18 de mayo de 2008

Las Coplas de la Virgen de Alarcos

El día de la Virgen de Alarcos sonó un cantar que emocionó a la concurrencia. Incluso la alcaldesa se emocionó. Algunos incluso lloraban. Los autores de esos versos fuimos dos, un servidor y Marcelino, el marido de la Manoli. La emoción, la inspiración, el mérito de la obra cupieron a éste, a un servidor sólo la técnica y el trabajo; fui algo así como el apuntador de su fe; pero ¡saber que gustaron me emocionó a mí también, más que ganar el premio Nobel! Como dijo Manuel Machado,

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo
ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.


No es la primera vez que escribo coplas populares; por ahí ruedan diversas nanas e incluso una saeta. Y estos poemas ya no son míos: no guardo copia de ellos, y ya son del pueblo. Él los ha escrito y en él viven.

Otra ocupación parecida, pero menos satisfactoria, es la de negro, que me pone negro a mí también. Por una parte soy negro voluntario: escribo cientos de artículos anónimos de Wikipedia para que los alumnos puedan encontrar información de calidad sobre lengua y literatura; por otro soy negro literario, muy tonto porque no cobro nada: hay algunos que ganaron concursos literarios con mis escritos y luego ni me invitan a un café, aprovechándose de la amistad y el trato; una variante es la del vago que no quiere estudiar y me pide a mí que le haga un trabajo; así he hecho trabajos de filología, sociología, derecho, arte e historia ¿y qué coño sé yo de estas materias? Se aprovechan de mi vanidad, de mi insaciable curiosidad y de mi deseo de saber e investigar. Además soy el negro oficial de mi mujer; ella redacta borradores que son perfectos de ejecución y ya bastan por sí mismos, pero siempre exige que les dé yo una lima, le apaladine el sentido y le condense la sintaxis. El resultado maravilla tanto que los demás recurren a mí a través de ella y me ocupan tanto el tiempo que muy bien podría montar una gestoría. ¿Es que nadie sabe escribir en este pueblo? ¿Nadie sabe siquiera redactar salvo mi mujer y yo? No sé si es por mis conocimientos de retórica, el caso es que una carta que escribamos entre yo y mi mujer hace estragos y consigue sus propósitos sin excepción y deja a todo el mundo "con la boca abrida". Ya ni sé cuántos escritos habré elaborado y corregido, muchos son actas, discursos (políticos incluso), cartas, instancias, documentos, reclamaciones, oficios, circulares, protestas, informes y demás. Hasta ahora es gratuito, pero voy a poner una tienda de prosa y se van a enterar... Que necesito tiempo para corregir exámenes.

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