martes, 6 de mayo de 2008
Levántate y anda
Y qué trabajo cuesta. Algunos se levantan, incluso andan, pero no se despiertan hasta las doce de la mañana o cosa así. Como Lázaros a medio resucitar deambulan greñudos, malafeitados y como perdidos por un desierto de entresueños poblado de vagas gárgolas, sábanas ondulantes y leones vespertinos entre la leche con galletas y el telediario. Yo, habitualmente, me siento como una marioneta vieja de madera sin lacar, roído por la carcoma y esas otras larvas, los tornillos, que echan tanto orín como las junturas serrín por los cuatro costados y demás hollines, consumido a fuego lento por la coceada del sol. Una lingotada de cafeína y su poco de vandral, más dos pastillas para la hipertensión y el agua despabilatoria, y me echo a rodar tambaleante por las escaleras hasta mi cantera de burricie cotidiana.
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