lunes, 23 de junio de 2008

Cuando uno escribe libros

Y presenta uno a un conocido, compañero o compeñero, este se queda sin habla. No sabe qué decir. La reacción me recuerda a la de muchos cuando les dije que tenía cáncer. Una mala noticia, supongo, porque la gente se queda sin reaccionar, colgada, como un ordenador procesando, procesando... El catálogo de automatismos sociales y respuestas preparadas no suele contar con filfas estereotipadas para salir airosamente de este brete, mal paso o mal trago. Supongo que debían acompañarme en el sentimiento o cosa parecida, por haber pasado al estado de cosa, que es la consideración abstracta que merece un cadáver. Nada de enhorabuenas o pedirme un ejemplar dedicado o decirme "cuándo se presenta" ni "de qué va" o "vaya sorpresa". Nada. Eso de escribir libros es una extravavagancia tal como la de tener un tumor, ser homosexual, pegar a la esposa o ser del Atlético de Madrid. ¡Yuyu! ¡No hay que mentarlo ni mucho menos ostentarlo! Te saca fuera de onda, te margina, te hace diferente, o sea, un sin cara, como entre los japoneses llaman al fantasma o al expulsado de la sociedad porque nadie le quiere reconocer como suyo.

Y otra cosa, teniendo la cara de brutus que se te supone que tienes, ¿cómo te da por escribir libros? Es más, ¿cómo alguien que viste como vistes, que tiene la apariencia que tienes, que cuenta con tan pocos amiguetes y padrinos como tú, que se presume tan poco simpático como se te presume, aunque meramente seas un tímido integral, y tan de escasa, pobretona y oscura familia y nula afiliación política y curil, le da por retoñar libros?

-¡Lo siento, de verdad, no quería hacerlo, fue un accidente, me ocurrió, se me cayó de las manos y me gustó, disfruté cochinamente haciéndolo! Mea culpa, no lo volveré a hacer, no se volverá a repetir, fue un momento de debilidad, una distracción, fruto de un rato de ofuscamiento, lo lamento, de verdad, escribir libros, ensayo, poesía, investigación, prosa, ficción, blogs, revolver archivos, estudiar filología, historia, antropología, leer como un poseso, sentir curiosidad, pensar, darle vueltas a las cosas, fotocopiar con palabras situaciones confusas, perdón, perdón, perdón!

¡Dios mío! ¡Que haya que pedir perdón en este país por estas cosas!

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